INTERVENCIÓN DE JAVIER TÉBAR
EN EL SEMINARIO SOBRE GIUSEPPE DI VITTORIO ORGANIZADO POR LA FONDAZIONE DI VITTORIO DE LA CGIL Y POR LA FUNDACIÓ CIPRIANO GARCÍA DE CCOO DE CATALUNYA
PARIS, 29-II-2008
En primer lugar, quiero agradecer a los organizadores de este seminario su invitación para participar en él. Estoy aquí en representación de la Fundación Cipriano García de CCOO de Cataluña, que es la entidad que gestiona el archivo histórico de este sindicato. Voy a exponer algunas cuestiones de forma, tal vez, un tanto esquemática, pero con la intención de que la exposición sea clara y ordenada, situando aquellos aspectos que me parecen de interés, para que, si se quiere, en un posterior debate podamos profundizar en algunas o en todas ellas, e incluso en otras que se puedan sugerir por parte de los asistentes a este acto.
La estructura de la intervención se dividirá en 3 partes, que he procurado entrelazar, por decirlo de alguna forma:
a) Primero expondré, de forma sucinta, un marco interpretativo sobre lo que representó la República y la guerra civil, y una breve contextualización histórica sobre la creación de las Brigadas Internacionales, en qué momento, con qué problemas y cómo finalmente se pusieron en marcha. Algo que me parece imprescindible para inscribir la presentación de la investigación de la que me ocupo hoy.
b) En efecto, en segundo lugar, ofreceré un breve resumen de los resultados de la investigación realizada por Josep Puigsech sobre Di Vittorio en las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española, por encargo de la Fundación Cipriano García de CCOO de Catalunya, que junto con el estudio de la profesora Gloria Chianese conforman un trabajo unitario de la trayectoria de este destacado y ya mítico dirigente sindical y político italiano.
c) Y, por último, explicaré de forma breve algunas cuestiones básicas sobre la actual situación de la recuperación de la denominada “memoria histórica”, con relación a las BBII, y a las políticas públicas que se han puesto en marcha últimamente por parte del gobierno autónomo catalán y del Gobierno español.
Debo empezar diciendo que la guerra civil española ha constituido, desde su mismo inicio, un acontecimiento histórico de gran atractivo para los historiadores, estudiosos y para los propios testimonios de aquellos hechos. Se dice que la cifra de libros sobre esta guerra alcanza ya las 20.000 publicaciones, un dato que da a entender que es una de las cuestiones más ampliamente tratadas de un siglo de contrastes como es el siglo XX.
Ni la proclamación de la República, ni la victoria del “Frente Popular” tenían como una secuencia lógica el inicio de una guerra civil en el verano de 1936. En conjunto la “revolución política” de los republicanos reformistas y de los socialistas, como grupos mayoritarios en el parlamento español, no constituía una “revolución social”, que sí reclamaban, mediante actos insurrecciónales por los sectores del anarcosindicalismo de la CNT y también por un grupúsculo por entonces muy sectario, como era en aquellos momentos el PCE. La política republicana no se dirigiría hacia una “revolución social”, sino que constituía un conjunto de reformas alguna de ellas ciertamente moderadas, pero todas en conjunto de gran calado político y social, me refiero a las reformas: del ejército, de la enseñanza, de las relaciones Iglesia y Estado, y de la propiedad de la tierra. Lo cierto es que en los orígenes de la inestabilidad de la República estuvo presente, desde el principio, la confluencia de los sectores sociales que tradicionalmente habían detentado el poder en la sociedad española.
Como en el resto de Europa, tal como ha señalado el profesor Ismael Saz, también en España se había ido fraguando, desde el cambio de siglo –coincidiendo con la crisis del 98 y las propuestas regeneracionistas, en plural, que se lanzaran desde el mundo intelectual-; pues bien, se fraguó, como decía, un pensamiento ideológico que respondía a un nacionalismo radical, capaz de cohesionar y otorgar legitimidad a todos los sectores que se declaraban enemigos de la democracia. Los proyectos y actitudes de estos sectores que conectarían con la propia evolución de las fuerzas antidemocráticas y antiliberales del país durante los años treinta. Trato de decir con esto que las dificultades por las que atravesó el régimen republicano tuvieron, por tanto, fuertes puntos de contacto con lo que se estaba produciendo entonces en Centro-Europa y en la Europa mediterránea, es decir, con la destrucción de las democracias en Alemania y en Italia, y con su amenaza en otros países.
Y es que el proceso político español corría por sendas similares a las de otros países de su entorno durante aquellos años. Sin embargo, ha sido frecuente sobre-valorar las cuestiones “domésticas” para presentar la guerra como el resultado de un choque frontal e inevitable entre las fuerzas políticas de la izquierda y de la derecha, como una guerra propia de un país atrasado, tanto en sus estructura económicas como en sus culturas políticas, en definitiva, como resultado de un supuesto carácter español, cainita, atrasado y vengativo.
Sin embargo, cabe desmontar estos tópicos, primero porque, como afirma el profesor Rafael Cruz, no existen razones para considerar que un excesivo número e intensidad de enfrentamientos ponga en peligro la democratización o la pervivencia de regímenes democráticos, es decir, que “demasiada política” en la trayectoria de un régimen no conduce necesariamente a la revolución. Pero además, porque también detrás de estas interpretaciones teleológicas y lineales, existe un interés muy claro de ocultar algunos hechos que son irrefutables. Por ejemplo, que fue la sublevación militar protagonizada por determinados jefes y oficiales -que rompieron su juramento de lealtad al régimen legalmente constituido- la que despreció las soluciones políticas. Aquel golpe militar de carácter contrarrevolucionario fracasó entre el 17-18 de julio de 1936; no logró derrocar al gobierno y declarar el estado de guerra para imponerse en el conjunto del país tal como tenía proyectado, y acabó finalmente abriendo las puertas a la revolución a la que decía pretender poner freno. El enfrentamiento político dio paso al enfrentamiento militar, que se transformó en la solución de los conflictos sociales que se habían vivido hasta entonces. Es decir, se despreciaron las soluciones políticas posibles y se optó por las soluciones militares. La guerra una vez puesta en marcha, adoptando la inercia de una maquinaria, destruyó de manera fulminante unas vidas y de forma definitiva iba a instalar un daño irreparable en otras. En definitiva, de “la fiesta republicana, se pasó a la tragedia de la Guerra Civil”, y al inicio de una revolución social en el campo y en las ciudades leales a la República.
Pero como es del todo necesario insistir, aunque sea una y otra vez, en que el carácter diferente de España, la, tantas veces, mencionada “particularidad española” no está en la base de los acontecimientos sucedidos en los años treinta en España, con el corolario de la victoria del ejército franquista en 1939, quiero ofrecer una serie de fechas y datos históricos que permitan ampliar el campo de visión sobre los problemas internos españoles y los sitúan en un contexto más amplio. Y es que, aunque parezca mentira, cabe recordar algunas cuestiones muy básicas, como que, el retroceso democrático y el camino hacia la dictadura, se iba a producir en el conjunto del Continente europeo. Entre 1920 y finales de 1940, se pasó de 28 estados europeos que podrían clasificarse como democracias o sistemas parlamentarios restringidos, a la permanencia de sólo 6 democracias: el Reino Unido, Irlanda, Islandia, Suecia, Finlandia y Suiza. Los datos sobre el asalto a las democracias son concluyentes.
La victoria franquista, en abril de 1939, en el conjunto de España, con el general Franco como Caudillo victorioso de una guerra, una guerra de naturaleza colonial en el interior del propio país (no debemos olvidar que los jefes y oficiales del bando nacional se nutrieron del grupo de los “africanistas”, que habían luchado en las antiguas colonias españolas en el norte de África), fue el resultado de un golpe militar fracasado, que quiso presentarse como un golpe preventivo, aunque luego tampoco se ha podido demostrar la existencia de los arsenales de armas de que se disponían para una supuesta revolución inminente de los rojos-separatistas, como eran genéricamente calificados los republicanos de todas las tendencias. Pues bien, este pronunciamiento militar, que tanto recordaba en algunos aspectos a los múltiples que tuvieron lugar durante el siglo XIX español, fue protagonizado la mayor parte del ejército –no todos, y también es necesario recordarlo-, pero además fue bendecido por la Iglesia católica española, que estuvo dispuesta a llamar a aquella guerra contra el enemigo “Cruzada Nacional”.
Esta victoria militar y política representó un proyecto de reorganización profunda de la sociedad en sentido reaccionario y con voluntad totalitaria. Y por encima de la lucha dentro del propio bloque vencedor, entre fascistas y una derecha radical fascistizada, el proyecto del régimen –tal como ha sostenido Ismael Saz- fue de un nacionalismo radical, como un proyecto de nacionalización, el más importante de la historia del país.
La creación de esta propugnada “comunidad nacional”, estaba en la base también de la represión llevada a cabo por la dictadura, iniciada con el golpe militar mismo. Fue una represión incluso más salvaje que la que se produjo en la Italia fascista o en la Alemania nazi, aunque esta afirmación pueda sorprendernos inicialmente. Fíjense bien, que tan salvaje fue aquella violencia política protagonizada por la dictadura franquista que incluso un fascista radical como Farinacci o un genocida, aunque todavía no estrenado como tal, como Himmler, se quedaron sencillamente horrorizados ante la dimensión de la represión franquista. Es decir, se puede concluir que el genocidio nazi fue inmensamente superior al franquista, pero no lo fue como represión por motivos políticos en tiempos de paz.
Dicho esto, querría aportar algunos elementos de contextualización y de reflexión en torno a lo que supuso la creación de las Brigadas Internacionales (BBII). El impulso de su constitución debe situarse entre julio y setiembre de 1936, fechas coincidentes con la preparación en Barcelona de las Olimpiadas Populares como respuesta de las organizaciones de izquierda a las olimpiadas oficiales que aquel año se celebraban en Berlín y que estaban siendo instrumentalizadas por el gobierno nazi. Había en España atletas llegados del extranjero que decidieron quedarse para apoyar a la República, además de pequeños grupos de militantes comunistas y socialistas y también muchos de los militantes sindicales y políticos españoles que retornaron del exilio y de la emigración (movimientos que ha confirmado la profesora Natacha Lillo en su estudio sobre la Pequeña España, aquí mismo en Paris)
Pues bien, el 17 de julio, confirmados el día siguiente, se tenían ya noticias de los movimientos golpistas en los territorios españoles del norte de África, produciéndose finalmente como sabemos un intento de golpe militar protagonizado por una parte numerosa de jefes y oficiales del ejército español. La ayuda al bando rebelde fue enviada desde Alemania e Italia ya a partir de finales de aquel mismo mes de julio.
El historiador y diplomático Ángel Viñas ha señalado en su reciente libro, publicado en 2006, “El escudo de la República” –este año 2008 se publicará la segunda parte de esta investigación- una cuestión importante a tener en cuenta a la hora de situar los movimientos que se estaban produciendo en aquellas semanas, y ya entonces habían grupos más o menos inconexos de voluntarios extranjeros, decididos a aportar su apoyo.
Asimismo en los últimos días de agosto, llegó a Madrid el dirigente comunista italiano Luigi Longo, quien se entrevistó con la plana mayor del PCE para discutir las posibilidades de reforzar una centuria italiana ya existente en aquellos momentos. El dirigente del Partido Republicano Italiano, Randolfo Pancciardi, llegó poco más tarde con el proyecto de organizar también alguna brigada de compatriotas, y llegó a reunirse con el dirigente socialista Indalecio Prieto, que estaba a favor de esta propuesta, aunque finalmente no se llevaría a cabo por no contar con el apoyo del que era entonces el máximo dirigente del Partido Socialista Obrero Español, Francisco Largo Caballero.
Sin embargo, estaban en el aire las decisiones de los soviéticos sobre de las políticas de intervención o no en el conflicto bélico español. Este proceso de toma de decisiones y de adopción de una política de apoyo activo y abierto por parte de la Unión Soviética se prolongó cerca de dos meses; de hecho, se dilató hasta finales de setiembre. Posteriormente, una vez dadas las órdenes por Stalin, tuvieron lugar las reuniones del Presidium del PCUS y del Comité Ejecutivo de la KOMINTERN, entre el 16-19 de setiembre de 1936, en las que se discutió la situación de España y sus repercusiones internacionales, y donde se aprobó formalmente la denominada “Operación X” el 29 de setiembre de 1936, es decir, la ayuda soviética al gobierno republicano español, que ha sido analizada en profundidad en el estudio de Daniel Kowalsky sobre la Unión Soviética y la guerra civil española.
A partir de aquellos momentos, el Partido Comunista Francés, con la figura de André Marty, y el Partido Comunista Italiano a través del mismo Luigi Longo, se encargaron, desde Paris, de iniciar el reclutamiento de los primeros voluntarios durante los últimos días de setiembre de 1936. Además, la dirección de la IC creó un triunvirato para la dirección de las BBII, cuyo cuartel general se estableció en una ciudad manchega, Albacete, porque estaba situada geográficamente en un lugar estratégico para unir el centro del país con el Mediterráneo y, al mismo tiempo, estaba lejos de los frentes en combate, tal como había quedado dividido el país después del golpe militar. Los tres máximos responsables de las BBII fueron Marty, que ocupó la más alta responsabilidad, con el estatus de jefe de las BBII; seguido de Longo como inspector general de las BBII y, finalmente, para el cargo de jefe de los comisarios políticos de las BBII se designó a Giuseppe Di Vittorio. Así, pues, en las primeras semanas del mes de octubre, “Nicoletti” debió llegar a Albacete, antes del día 14, cuando llegó el primer contingente de 500 brigadistas. Así las cosas, la guerra civil española, pocos meses después de su inicio, adquiriría un nuevo estadio en su internacionalización.
La decisión de Iosif Stalin y de los dirigentes soviéticos fue controvertida entonces y sigue siéndolo hoy en día en el ámbito del debate historiográfico. A partir del sustrato de numerosas historias escritas por policías, periodistas y soldados al servicio del bando nacional -siguiendo lo publicado por Ángel Viñas- también se ha ido construyendo una mitología que no parece, ante el avance y los planteamientos de algunas de las presentadas como nuevas investigaciones que se altere, este es el caso del libro presentado por el publicista e historiador César Vidal sobre las Brigadas Internacionales en 1999, precisamente pocos años de la recepción oficial en el Congreso de los Diputados, durante el último Gobierno de Felipe González, sin embargo, Vidal ha mirado solamente 5 documentos de los archivos rusos, y utiliza como fuentes publicaciones editadas con recopilaciones. Esta versión que sostiene está dentro de lo que se denomina, con demasiada ligereza, “revisionismo histórico” -aunque nada, desgraciadamente, tienen que ver con el revisionismo de Renzo de Felice en Italia durante los años ochenta y parte de los noventa-; pues bien, digo que esta versión se basa en interpretar el giro de los sublevados españoles hacia Berlín y Roma como una respuesta inevitable ante la intervención de Moscú en tierra patria, por tanto una respuesta defensiva ante la amenaza extranjera para evitar que se hicieran realidad las decisiones tomadas por los malvados bolcheviques inmediatamente después del 18 de julio.
Y fíjense bien, que esto es, al mismo tiempo, contradictorio con otra versión fijada por la propaganda franquista que sostendría, y continua sosteniendo, que el golpe militar fue defensivo ante la inminente y bien organizada revolución anarco-comunista que se estaba organizando desde la victoria del Frente Popular el mes de febrero de 1936. Todo ello basado en la fantasía, sin ningún tipo de documentación que lo demuestre, y con el objetivo propagandístico de justificar el llamado “Alzamiento Nacional”. En definitiva, lo que defienden Vidal y otros no es la vieja sino la vieja y petrificada propaganda franquista, eso sí, pretendidamente actualizada.
Así, pues, el debate, no siempre estrictamente historiográfico, sobre las brigadas se ha situado en la siguiente disyuntiva: Luchadores por la libertad o soldados de Stalin. Algunos historiadores han insistido en presentar a las Brigadas Internacionales como un instrumento de Stalin, y a la URSS empeñada en dictar la política al gobierno republicano español, algo que no se corresponde con la evidencia de la investigación histórica, hasta el extremo de que, como sabemos, la diplomacia soviética recomendó a su embajador en España, Marcel Rosemberg, en los inicios de la guerra, que no se inmiscuyera en los asuntos del gobierno.
La creación de las BBII, desde hace años, y especialmente en los últimos, ha pasado a constituir una mitología de la guerra civil como ejemplo de la solidaridad de la izquierda internacional hacia la causa republicana, y ello contiene gran parte de verdad, aunque se debe decir que posiblemente no toda la verdad. Para situarlo en su justa medida, la creación de las Brigadas ha de verse como un escalón más en el proceso de maduración del apoyo activo soviético a la República. En este sentido, tal como sostiene Ángel Viñas, existen dos actos anteriores a la creación de las Brigadas que son reveladores del escaso automatismo y de las dudas respecto a cómo actuar por parte del gobierno soviético durante aquellos momentos iniciales, estos son: a) La influencia de la dirección del PCUS sobre el PCE para su entrada en el gobierno de Largo Caballero, el 4 de setiembre de 1936; debe decirse que aquel paso supuso un punto de inflexión muy importante, y que se produjo no sin problemas y reticencias, que a partir de las instrucciones de la IC se superaron, para que los comunistas españoles entraran en el Gobierno republicano –los anarquistas solamente lo hicieron un mes más tarde. Pero además, aquella decisión tenía implícito un planteamiento de Moscú de que ni socialistas ni comunistas podían adoptar medidas revolucionarias, sino que de lo que se trataba en aquellos momentos era de consolidar un gobierno para conducir a una revolución democrática que aplastara la “contrarrevolución fascista” iniciada con el golpe militar de julio; b) Por otro lado, también se realizaron gestiones, propuestas, instrucciones y valoraciones para negociar la forma de suministro de armamento durante las semanas finales de setiembre.
Ha sido más bien recientemente, sin embargo, cuando Rémi Skoutelsky, un historiador francés, especialista en la materia –que ya había abordado la participación de los voluntarios franceses en las Brigadas: L’Espoir guidait leurs pas: les voluntaires français dans les Brigades Internacionales, 1936-1939, publicado por Bernard Grasset- nos ha ofrecido un relato indispensable para conocer todos los detalles sobre la actuación de los brigadistas que protagonizaron uno de los episodios clave en la historia de nuestro país, me refiero al estudio Novedad en el frente: las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil, Publicado en 2006. El proyecto de Skoutelsky es un estudio de enormes ambiciones, que aparece después de quince años de investigación, y que ofrece realmente una primera visión global, sólida y bien documentada, sobre las Brigadas Internacionales.
La obra de Skoutelsky se sitúa en un punto intermedio entre las interpretaciones que subrayan un supuesto dirigismo soviético y el mito romántico de solidaridad internacional. Es de un especial interés el análisis que realiza el autor de la documentación conservada en los archivos del Komitern en Moscú, basamento sobre el que pivota su interpretación sobre el fenómeno brigadista. Sintéticamente, debo decir que este estudio confirma una amplia presencia comunista entre los brigadistas, sostiene que esta organización de voluntarios será un ejército controlado por la Comitern, pero no el ejército de la Comitern, y aunque no excluya ciertos rasgos de sectarismo tampoco encuentra pruebas suficientes para defender la otra vieja tesis que postula, en un sentido contrario al franquista y “neofranquista”, la idea de que las Brigadas Internacionales eran una herramienta comunista más dentro de una estrategia de conjunto para acabar con la revolución española. Aunque, desde luego, este es otro debate en el que hoy no voy a entrar.
Después de esta contextualización histórica, voy a abordar la presentación de la aproximación al paso del dirigente comunista italiano Giuseppe di Vittorio por España, como comisario de las BBII, entre octubre de 1936 y finales de febrero de 1937, es decir, un paso breve e intenso de unos escasos cinco meses, en el contexto de unas las guerras civiles más sangrientas hasta entonces del siglo XX. Desde luego, este trabajo del profesor Josep Puigsech tiene un mérito notable, y más teniendo en cuenta que el tiempo del que ha dispuesto no ha sido mucho. Pero, desde buen principio, es necesario subrayar que las aportaciones tanto de Gloria Chianese como de Puigsech son del todo meritorias.
El trabajo que presentamos ofrece realmente una novedad temática entre los estudios sobre la guerra civil española, me refiero a la aproximación del paso de una figura como la de Di Vittorio por las brigadas. Esta es, sin duda, una segunda cuestión positiva de la investigación, a través de apuntar posibilidades: puertas que abrir y pistas que perseguir, como, por otro lado, tenía forzosamente que ser este primer acercamiento, si se quiere, eminentemente exploratorio, inicial, en el que se apunta su potencialidad para desarrollarse en un futuro. Todo ello, compone un cuadro general de retos en un tema que, sin duda, así en Italia como en Francia y en España, constituye un filón para la investigación histórica. Por tanto, debemos felicitarnos de los resultados obtenidos, que son, como he dicho, muy preeliminares, pero sólidos.
Ya hace más de tres décadas, que Michele Pistillo afirmaba que no era nada fácil reconstruir la actividad llevada a cabo por Di Vittorio en los cinco meses de su estancia en España. Y lo cierto es que, a pesar del ascendiente, de la influencia y el predomino moral de Di Vittorio, tanto nivel internacional en el ámbito del sindicalismo como en Italia por su militancia comunista, sigue siendo hoy difícil hacer la reconstrucción histórica que ha realizado Puigsech. En primer lugar, es necesario señalar que las fuentes primarias para este estudio están fragmentadas y son dispersas, aunque sean más amplias que de las que dispuso Pistillo. Los problemas heurísticos que se han planteado en la investigación así parecen indicarlo, por tanto existe todavía una pervivencia de las dificultades para acceder a las fuentes documentales.
Una fuente de cierto interés es la prensa socialista, del sector liderado por Francisco Largo Caballero, en concreto la cabecera “Claridad”, un tipo de diario nocturno o de tarde que hoy ha desaparecido ya. Esta cabecera de prensa ha constituido otra vía de información para conocer las actividades de Di Vittorio, entre noviembre y diciembre de 1936. Además de, por último, algunos número del órgano de prensa del Partido Comunista de España, “Mundo Obrero”, donde se destacaba especialmente la militancia política de Di Vittorio y sus dotes de organizador y propagandista, para conocer algunos aspectos de ese mismo periodo.
Otra cuestión distinta, es la que hace referencia a las fuentes originales para realizar un trabajo histórico sobre las BBII, que se conservan en la República Rusa, en el actual Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica (RGASPI), conocido hasta no hace demasiado años como el Instituto de Marxismo-Leninismo de la URSS y como Centro Ruso de Conservación y Estudio de Documentación de la Historia Contemporánea. El acceso a estos fondos documentales estuvo abierto sin limitaciones durante la implosión de la antigua URSS, entre 1991 y 1995. Aquella situación permitió el acceso libre a las fuentes documentales de gran valor histórico, ya que se trata de documentación recopilada por parte de los máximos organismos de dirección comunista de la década de los años treinta del pasado siglo XX. Estos fondos documentales se cerraron a la consulta de los historiadores a partir de 1995, con el argumento de que contenían secretos de estado de la nueva República Rusa, y así siguen, cerrados, en la actualidad. A pesar de ello se ha obtenido en el curso de esta investigación copias de la documentación realizadas por un periodista, Llibert Ferri, corresponsal durante años de la televisión autonómica catalana (TV3) en la antigua Unión Soviética y especialista en temas soviéticos. Este periodista, después de múltiples dificultades para depositar las copias en alguna institución pública, finalmente cedió los microfilms que había hecho, entre 1991 y 1995, en el Centre d’Estudis Històrics Internacionals (CEHI) de la Universitat de Barcelona y, al mismo tiempo y no sabemos porqué razón, en el Arxiu Josep Tarradellas que está ubicado en el Monasterio de Poblet (Tarragona).
El catedrático de ciencias políticas y sociología de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Elorza y la también profesora Marta Bizcarrondo tuvieron la posibilidad en los años noventa de poder acceder a los ricos fondos de la KOMINTERN, gracias a su colaboración con Ministerio de Educación y Cultura del Gobierno español, en el proyecto conjunto de los Archivos de la Federación Rusa y del Consejo Internacional de Archivos para el tratamiento y preservación de esta documentación, bajo el patrocinio del Consejo de Europa. El resultado de su investigación fue el estudio Queridos camaradas, La Internacional Comunistas y España entre 1919 y 1939, donde también se daba cuenta de las relaciones entre la KOMINTERN y las autoridades republicanas, establecidas como una sumisión de las segundas a la primera. Sin embargo, las copias que pudieron realizarse para la investigación no están en manos, al parecer, de la administración española, sino que están en manos del catedrático Elorza, que se niega a permitir su consulta. A nosotros no envió de nuevo a Moscú. Así las cosas, si durante un período inicial de los años noventa, los archivos soviéticos estuvieron relativamente accesibles, a partir de 1995 las autoridades rusas comenzaron a establecer una serie de barreras que nos llevan hoy a esta situación de imposibilidad de su consulta, por su expurgación y cierre, a no ser que se tengan contactos, tiempo y al parecer sobre todo dinero.
En cualquier caso, el azaroso itinerario de las copias de los archivos soviéticos de Llibert Ferri, han permitido el acceso a fondos personales de Dimitrov, secretario general de la IC, y de Manuilski, secretario y hombre de confianza de Stalin, solamente de forma parcial, y recopilar en la medida de lo posible los materiales que hacen referencia a la figura de Di Vittorio. En el fondo de Dimitrov es donde se localizan la mayor parte, por no decir la totalidad, de las referencias al sindicalista y político italiano, y concretamente en la autobiografía de Lazare Manfred Stern, un dirigente comunista rumano y uno de los comandantes militares más destacados de la XI Brigada. El 14 de diciembre de 1937, Stern presentó a sus superiores en Moscú el denominado “Informe sobre la actividad en España”, bajo el seudónimo de “M. Fred”, descomponiendo su propio nombre, a pesar de que durante la guerra civil el sobrenombre habitual que había utilizado era el de “General Emilio Kléber”. Esta indagación en las fuentes descrita hasta aquí es, sin duda, uno de los aspectos más positivos de reseñar de la investigación del profesor Puigsech.
Las conclusiones extraordinariamente positivas del paso de Di Vittorio por España como comisario político de las Brigadas son establecidas por Josep Puigsech a partir de tres aspectos. Un primero que denomina “la vertiente organizativa”, así, siendo el cargo oficial de Di Vittorio el de comisario político del conjunto de las BBI, de hecho, se hizo también cargo directamente de la comisaría política de la IX Brigada Móvil, constituida por los batallones Edgar André (integrados fundamentalmente por alemanes) Commune de París (sobre todo franceses), Dabrowski (polacos, húngaros y yugoslavos) y Garibaldi (italianos). Un segundo aspecto analizado, es el de la actividad relacionada con las tareas propagandísticas, coincidiendo con el mes de noviembre de 1936. Y, finalmente, un último aspecto es el que el propio autor califica como el “más oculto” de Di Vittorio, situado en el tiempo entre diciembre de 1936 y febrero de 1937. Se plantea en este último apartado como una hipótesis plausible -si bien posiblemente faltaría contrastarla con más pruebas- que la retirada de “Nicoletti” no estaría determinada únicamente por el estado de salud del dirigente italiano, sino que la trayectoria de diferencias personales que mantuvo Di Vittorio y las desavenencias sobre cuestiones militares con el “General Kléber”, primero, y sobre todo las discrepancias políticas y estratégicas con Marty a la hora de reclamar el italiano una revitalización de efectivos humanos y materiales para la XI y XII BI, llegaron finalmente a manos de la dirección de la IC, sobre todo a través de sus delegados y los agentes del espionaje soviético en España. Desde el punto de vista interpretativo, por tanto Puigsech sostiene que el funcionamiento de las BBII y la propia actividad de Di Vittorio en ella estuvieron extraordinariamente condicionados por las fricciones y luchas internas en la IC, y con ello trata de explicar muchos de los aspectos que comprenden el paso de di Vittorio, “Mario Nicoletti”, por las BBII.
Asegura Puigsech que todo ello generó reticencias hacia la figura de “Nicoletti”, que contribuyeron a recomendar su traslado a París en febrero de 1937, cuando fue enviado a Paris, donde dirigirá, a partir de julio de 1937, el recién creado periódico antifascista “La voce degli italiani”, como órgano oficial de la Unione Popolare Italiana, en la que comunistas y socialistas impulsaron un pacto de unidad de acción. Un hecho que al autor le parece sintomático de lo que afirma, y por tanto fortalece la tesis que sostiene, es lo que publicó Mundo Obrero al realizar un balance de los primeros seis meses de guerra, es decir, en el mes diciembre de 1936, antes de la marcha de Di Vittorio. En este balance el órgano oficial del PCE destacaba a aquellas figuras que habían contribuido decisivamente durante la batalla de Madrid, y recordaba a Mate Zalka, Dumont, Hans y “Gallo”, mientras tanto, la figura otras veces elogiada de Di Vittorio en aquel momento no aparecía ni mencionada.
No obstante, desde mi punto de vista, y este es una primera cuestión sobre la que reflexionar, tal vez se subrayen en exceso como elementos explicativos las tensiones, enfrentamientos y discrepancias con determinados miembros de la Internacional Comunista. Es necesario el profundizar para esta investigación, incluso ir más allá, de los aspectos que se sitúan en una visión unidireccional: Moscú-España, España-Moscú, puesto que un problema central de ese asunto es el que hace referencia a la propia génesis del “Frente Popular”, a la unidad de las organizaciones de la izquierda política y social, y no sólo limitado a sus relaciones con la Internacional Comunista. Un ejemplo de este sentido unidireccional en los análisis es el trabajo del propio Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, que está atravesado por un ir y venir de los contactos, informes, directrices desde Moscú a la dirección del PCE, sin combinar ese ángulo con otros posibles para ver los resultados prácticos y concretos de lo que son la directrices y los proyectos contenidos en este cruce de documentos.
Un segunda cuestión es que el informe que envió “M. Fred”, es decir Stern, fue posterior a sus enfrenamientos con André Marty y el más definitivo con el general José Miaja (entonces jefe de la 1ª División Orgánica del ejército republicano y en noviembre Jefe de la Junta de Defensa de Madrid), este último provocó que Stern fuera enviado a Valencia y apartado del mando, que no volvería a ejercer hasta la muerte en junio de 1937 del general Paul Lukacs (Mate Zalka, nacido en la Ucrania austrohúngara) al que sustituyó al frente de la 45ª División.
Por tanto Stern no sólo tuvo serios enfrentamientos con Di Vittorio, sino que sus discrepancias se mantuvieron con responsables políticos y militares jerárquicamente por encima del propio Di Vittorio, y fueron estas discrepancias precisamente las que le llevarían durante unos meses a su marginación de los centros de decisión sobre la guerra. Además, el informe de “Kléber” debe interpretarse sin dejar de tenerse en cuenta los procesos de Moscú, con las consecuentes purgas estalinistas, iniciados en 1936, sin duda condicionaron la exculpación del propio Stern, porque esa era fundamentalmente la naturaleza de su informe, sobre sus responsabilidades y papel durante aquellos primeros meses de la guerra civil española.
Por otro lado, la propia potencia de la luz que arroja la Guerra Civil española, puede eclipsar temas tan importantes, para la cuestión de la que aquí estamos hablando, como es la dinámica de las mismas fuerzas políticas antifascistas italianas y los problemas a los que estas organizaciones deben enfrentarse también desde el punto de vista interno del país, es decir, cómo actuar ante la dictadura de Mussolini y, al mismo tiempo, mantener los cuadros dirigentes en Italia, no enviarlos a la guerra española. Y digo esto, porque esta cuestión no fue nada sencilla. Por ejemplo, en el PCI se produjo un cierto debate en el seno del grupo dirigente sobre qué decisión adoptar al respecto, discutiendo si era adecuado o no transferir demasiados cuadros en España, puesto que esto podría debilitar la lucha antifascista en Italia. Por tanto, esto nos conduce a tener muy en cuenta que la actitud de una parte del PCI pasaba por no abandonar el camino de la lucha antifascista en Italia, en beneficio de la lucha contra el fascismo en España. Podemos decir que las dos cuestiones estaban estrechamente ligadas la una a la otra: ganar en España significaba fortalecer la lucha antifascista en Italia y en Europa y al mismo tiempo ganar la opinión pública italiana resultaba fundamental para derrotar a los rebeldes en España, por cuanto era preciso boicotear el envío de armas y hombres desde Italia al país ibérico. Pero los dirigentes italianos también valoraron el relativo fracaso de esta política, así como la incapacidad del partido para lograr este objetivo.
En este sentido, es necesario no establecer una perspectiva que nos conduzca a ver un control absoluto de Moscú sobre todo lo que estaba sucediendo en España, sin margen de iniciativa y decisiones propias de las organizaciones antifascistas y de los partidos comunistas occidentales. Al mismo tiempo, debemos evitar el caer en la tentación, siempre atractiva, de analizar e interpretar los acontecimientos de 1936-1937 a la luz de lo que sucedería en 1939, es decir, el Pacto Ribbentrop-Molótov, de 23 de agosto de 1939 y la discrepancia abierta de Di Vittorio con este acuerdo de no agresión a escasas semanas de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, con la invasión conjunta de Polonia por parte de los ejércitos alemán y soviético. Nosotros sabemos el final de la historia, pero los protagonistas no la conocían.
Somos conscientes de que para un futuro desarrollo de la investigación que se presenta es del todo necesario, junto los archivos soviéticos, el poder acceder también a otros archivos españoles –que desde hace años han realizado un gran esfuerzo para su adecuación y consulta- puesto que en esta ocasión no han podido ser visitados. Me estoy refiriendo a los archivos militares, concretamente al de Ávila, donde se conserva documentación del ejército militar republicano y también del ejército rebelde, y cuya riqueza mostró el historiador norteamericano Michael Seidam en su historia social de la guerra civil. Además, también, ha quedado pendiente –por imposibilidad de calendario- la consulta del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, antiguo Servicio de Recuperación de Documentos, creado conforme avanza el ejército franquista, para llevar a cabo los juicios políticos, es decir, la persecución política e ideológica que, en gran medida, caracterizó la naturaleza del “Nuevo Estado” a partir de 1939. Los fondos que se conservan en todos ellos, pueden ayudarnos a hacernos preguntas distintas a partir de nuevas fuentes, pero también preguntas distintas a las mismas fuentes consultadas hasta ahora.
La última cuestión que abordaré, de forma mucho más breve, tiene relación con cuestiones básicas sobre la actual situación de la recuperación de la denominada “memoria histórica” y de las políticas públicas que se han puesto en marcha últimamente por parte del Gobierno español y algunos gobiernos autónomos, como el catalán y el andaluz.
Una encuesta publicada el 20-11-2000 por el diario El Mundo –situado en la órbita de la derecha española- reflejaba que la imagen de Franco era “mala” o “muy mala” para el 38,1% de los encuestados, “regular” para el 33,1%, “buena o muy buena” para el 22,5%, mientras que un 6,2% se refugiaba en el “no sabe/no contesta”. Por otro lado, algunas encuestas nos hablan de la escasa, por no decir mala, consideración que merece en el imaginario de los españoles la experiencia de la II República. Parece que algo pasa en un país que valoraría mejor, o menos negativamente, una experiencia dictatorial que su más directo precedente democrático, la II República; o que, pero aún, contempla impávido un auténtico proceso de demolición de la práctica totalidad de sus experiencias y actores democráticos anteriores a 1975. Como ha señalado el profesor Saz, nos guste o no, parece perdurar en el imaginario de los españoles la asociación República-Guerra Civil-Franquismo como una concatenación de hechos según la cual la primera habría conducido a la segunda y ésta se habría resuelto con la imposición del tercero. Durante la dictadura, por consiguiente, se habrían producido las grandes transformaciones económicas y sociales que habrían hecho posible el triunfo de la democracia en España. Estos serían, en mi opinión, algunos de los efectos de “larga duración”, si se me permite emplear este término, que pueden detectarse en la sociedad y política españolas.
No obstante, quiero detenerme, para finalizar, en decir que el fenómeno histórico de las Brigadas ha recibido una atención muy especial desde 1996, cuando en el Congreso de los Diputados español, durante la parte final del último gobierno socialista de González, aprobó un decreto con el que se concedería la nacionalidad a los brigadistas que lo solicitaran. Así se pueden enumerar una serie de actos y actividades realizadas en torno a las BBII a partir de aquellas fechas. Hago una simple relación: La proyección del documental “Extranjeros de sí mismos”, de los periodistas y escritores Javier Rioyo y José Luis López Linares; el documental, más reciente “Almas sin fronteras”, de Alfonso Domingo y Anthony L. Geist que rescata de la memoria a los brigadistas norteamericanos que lucharon en España durante la Guerra Civil con el bando republicano. Entre 2003-2004, Michel Lefebvre periodista de «Le Monde» y el mismo Rémi Skoutelsky, en París, en Madrid y en diferentes ciudades españolas presentaron un documentadísima exposición sobre el tema. En noviembre de 2005 tuvo lugar la exposición "Brigadistas. El archivo fotográfico del general Walter", una mirada realista a las Brigadas Internacionales que participaron en la Guerra Civil española. Con motivo del último homenaje, por el momento, a los brigadistas también se hicieron debates televisivos, en 2006, el canal 2 de TVE, dirigido por un escritor especializado en temas históricos, Jorge Martínez Reverte, que moderó un debate en torno al tema Voluntarios de leyenda (Brigadas Internacionales). Asimismo, se creó hacia finales de la década de los 90, la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales que tiene una actividad intensa en la organización de actividades para la difusión y conmemoración de la memoria de las Brigadas. Y en cuanto a congresos, debemos referir los de carácter internacional que vienen organizándose desde 1999, con la constitución del Foro Internacional sobre las Brigadas Internacionales, así como la creación del Centro de Estudios sobre las BBII en Albacete, donde tuvieron su cuartel general durante la guerra. En noviembre de 2006 el Congreso Internacional “La Guerra Civil Española'” organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales con motivo del 70 aniversario del comienzo de la contienda., también recibió numerosas comunicaciones sobre el fenómeno brigadistas, aunque con una marcada tendencia hacia los estudios histórico-literarios y memorialisticos.
Ante todo ello, no hay duda de que, desde mediados de los años noventa hasta la actualidad, la presencia de la “memoria”, aunque se siga llamando confusamente o de forma problemática “histórica”, sobre las Brigadas Internacionales es más que notable. Incluso, cabe preguntarse si las Brigadas en la historiografía sobre la guerra civil hoy comienzan a constituirse ya un subgénero historiográfico, como lo son, aunque en un nivel distinto y superior, los estudios sobre la represión y violencia políticas. Y si esto es así, sin duda la propia “memoria de la guerra civil” tiene notables efectos sobre el trabajo de los historiadores.
Afrontar el pasado de forma crítica ha abierto, en diferentes países, debates entorno a la obligación y la legitimidad de recordar. En España, en realidad, un intenso debate público sobre la conciencia respecto de lo que representó la guerra civil y el franquismo ha comenzado de forma relativamente reciente. El interés por la denominada “memoria histórica” y especialmente por la vinculada con la represión franquista se expresa hoy con mucha fuerza en nuestro país.
Después de una prolongada “falta” de memoria, es del todo necesario, sin embargo, aproximarnos de forma crítica y rigurosa a las causas sobre su resurgir, como un verdadero boom, en nuestro país. Una multiplicidad de motivos, comunes al resto de países, intervienen en este asunto. Pero además, llamaba la atención sobre la tensión entre historia y política que se viene produciendo con relación a la “memoria colectiva” en nuestro país, y pronosticaba que la batalla ideológica en el terreno de la “memoria” de la guerra civil y el franquismo está en proceso de intensificarse. Entre los sectores historiográficos y mediáticos de la derecha española se está produciendo un cambio de actitud que consiste en asumir, con aciertos y errores, la historia del franquismo como su propia historia. Para ello, al mismo tiempo, tratarán de poner en evidencia los límites y debilidades de la “memoria histórica”, que consideran una construcción elaborada por la izquierda social y política. Y es que posiblemente hoy las disputas sobre la “memoria” y los actores que intervienen en ellas constituyen en sí mismas un objeto de estudio para las ciencias sociales y para la propia “historia del tiempo presente”.
Las derechas españolas, especialmente el PP, ha adoptado una posición extremadamente peligrosa para ellos mismos, a parte de las sandeces que se han llegado a decir sobre la reapertura de heridas al impulsar política públicas de la memoria –con toda la complejidad y las aristas que plantea estas políticas, por cuanto deben sortear los problemas derivados de no constituir una memoria oficial y por tanto petrificada y mitificada-, lo cierto es que ante semejante ruido mediático y político cabe decir que las leyes aprobadas tanto por el Parlament de Catalunya, en setiembre, como en el Congreso de los Diputados, en noviembre del año pasado, son leyes positivas aunque mínimas en algunos aspectos, y aun así son el comienzo de un camino por recorrer con el objetivo de contribuir a fortalecer los valores democráticos y a concebir el conocimiento de la historia como un derecho civil, con todos los cortafuegos necesarios ante el uso político de la historia, que también evidentemente se ha dado y se da.
Finalmente, quiero decir que la derecha que representa el PP no ha aprovechado la ocasión para desmarcarse de su propio pasado, porque en definitiva no entiende, no ha asimilado, como recientemente ha escrito Ismael Saz, que hoy la línea divisoria no se puede establecer, como se hizo durante tantos años, entre vencedores y vencidos, la división debe ser clara y nítida: entre dictadura y democracia.