27 March 2008

EL PACTO SOCIAL POR LA INNOVACION TECNOLOGICA

EL PACTO SOCIAL POR LA INNOVACION TECNOLOGICA

José Luis López Bulla

(Observatorio Sociolaboral. Fundación sindical de Estudios, 2004)

Parto de la siguiente consideración: la flexibilidad no es ya un fenómeno contingente, sino estructural y de muy largo recorrido; la flexibilidad no es ya un “método” puntual sino algo que recorre las diversas formas de la producción y los servicios, y, por así decir, atraviesa las actuales formas de vida: en esto tiene un notable parecido con el fordismo. Sigo, la flexibilidad es consecuencia de dos tipos de fenómenos: una, las decisiones subjetivas que pone en marcha quien, de manera unidireccional, está gestionando la flexibilidad, esto es, el dador de trabajo; otra, pero también es el resultado objetivo de la formidable versatilidad de la nueva tecnológica. Decisiones subjetivas y resultado objetivo se interrelacionan y condicionan mutuamente, y hasta la presente están bajo la hegemonía del empresario que, en la actual etapa, está conociendo un importante proceso de relegitimación social y política.

Esta hegemonía tiene una característica muy relevante: se ha esforzado (y en parte lo ha conseguido) en hacer ver que lo que es subjetivo aparezca, en esa lógica, como objetivo. O lo que es lo mismo, ha impregnado por doquier que la falacia de las decisiones subjetivas sean vistas como elementos objetivos de un (necesario) desarrollo objetivamente inevitable de la economía: la precarización es necesaria y objetiva para el desarrollo del empleo; los intentos de eliminación de derechos, normas y reglas son objetivamente una necesidad para, dadas las cortapisas que imponen, la creación de puestos de trabajo y el buen funcionamiento de la economía. Hay que decir, sin el menor asomo de descaro, que en esa transmutación de lo subjetivo en objetivo ha caído un buen cacho de la izquierda, contagiada o no por tales revelaciones. De manera que una parte de la izquierda ha estado distraída en estos asuntos y otro sector, igualmente significativo, ha corrido como un galgo para darse ‘el abrazo aristocrático’ con sus tradicionales adversarios, algo tan conocido que ya lo denunciaban nuestros viejos conocidos, los fabianos de antañazo.

Pero, retomemos el hilo conductor. Digamos, pues, que quien interpreta subjetivamente y pone en marcha este epifenómeno --que es la flexibilidad-- está no sólo imponiendo unos nuevos modelos de organización del trabajo, sino proponiendo, también, nuevas formas de vida de las personas, desde el trabajo hasta los últimos recovecos extralaborales; y que, derruido el fordismo, queda la flexibilidad como ortopedia no coyuntural sino de largo recorrido. Todo ello en una gigantesca transformación de los aparatos productivos y de servicios que está siendo acompañada por una práctica (subjetiva, hemos dicho) de vasto unilateralismo empresarial. que se caracteriza, entre otras cosas, por: un intento de manumisión de los derechos de ciudadanía social y la congelación del Derecho laboral, de un lado; y, de otra parte, por la desmembración del mercado de trabajo. La lectura autoritaria de la flexibilidad es, así las cosas, equivalente a precarización y extrema fragilidad de las condiciones de trabajo, empezando por un cambio de metabolismo del contrato de trabajo que poco va teniendo que ver con el que idearon los padres fundantes del iuslaboralismo nacido en Weimar: un asunto que machaconamente nos recuerda el maestro Romagnoli, uno de los grandes patricios del fértil Derecho laboral europeo; un asunto al que no se le presta la debida atención fuera de los profesionales de tan noble disciplina.

Afirmo que es posible otra flexibilidad, que es necesaria para un nuevo avance en la humanización del trabajo y en el trabajo. Digamos que esta flexibilidad debe insertarse como hipótesis de nuevas posibilidades en otros sistemas de organización del trabajo. Lógicamente estoy proponiendo que la flexibilidad sea obra del pensamiento y la acción de dos sujetos fuertes: la política de izquierdas y el sindicalismo confederal, cada uno con sus propias prerrogativas y (diversos) puntos de vista. Lo que no parece conveniente es la repetición de la vieja historia de antaño: las izquierdas y la familia sindical atrapadas y cooptadas en la lógica infernal, primero, del taylorismo y, después, del fordismo. Por lo tanto, mi punto de vista es: se necesitan normas, tutelas y garantías que permitan al trabajo asalariado “vivir” la flexibilidad sin miedos y angustias. O, si se prefiere: pasar de la flexibilidad entendida como patología a la que comporta oportunidades y autorrealización personal. Esta es la tesis que expongo de manera tan esquemática como me lo permite el espacio de este artículo. Porque, además, los viejos institutos que han estado en vigor (fruto de la antigua ordenación de las relaciones laborales en Occidente), tales como el contrato de trabajo y los sistemas de organización del trabajo, están cambiando de naturaleza con la irrupción desbocada de la flexibilidad. Aquellos viejos institutos, con sus aparatos jurídicos y garantías de las negociaciones colectivas, están dando paso a un “territorio” sin normas y controles.

Una primera conclusión sería: es urgente una reflexión acerca de la discontinuidad histórica que representa la flexibilidad estructural, y son no menos urgentes unas medidas (políticas y sociales) que aborden la lógica tensión entre flexibilidad y seguridad. Esto podría concretarse en que el sindicalismo y la política compartan diversamente el paradigma de cómo hay que intervenir en el actual estadio que denominaré de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Digo ‘diversamente’ porque unos y otros tienen una personalidad diferente como distintos son sus objetivos. Al sindicalismo confederal le correspondería poner en marcha una vasta cultura negocial que entrara a fondo en la cuestión tecnológica en todos los intersticios de su contractualidad; de este modo se comportaría como un sujeto contractual fuerte y poderosamente incluyente, al tiempo que ejerce de sujeto implícitamente legislador, pues sus hechos negociales son fuente de Derecho. La política, desde su no menos acendrada autonomía, estaría cumpliendo su cometido, esto es, procurando utilidades a la sociedad desde sus propias funciones de representación institucional.
He dicho que nos encontramos en una fase de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Que tampoco es ya coyuntural sino esencialmente de largo recorrido. Es en ese estadio donde la alteridad sindical debe situarse, tirando por la ventana los (pocos o muchos) residuos culturales de su personalidad fordista que era propia de antaño. Esto es, si el fordismo industrial está muriendo velozmente, el sindicalismo debe proceder a su propia metamorfosis, también de manera veloz. Porque, en caso contrario, iría perdiendo a marchas forzadas importantes espacios de poder contractual en la cuestión salarial, las condiciones de trabajo y la influencia de todo ello en el régimen de pensiones y protecciones sociales. O lo que es lo mismo: se trata de que el sindicalismo confederal busque, ahora mismito, el vínculo fuerte entre su intervención en el actual paradigma y los sistemas públicos de protección social. Téngase en cuenta que, a la vuelta de la esquina, los poderes públicos volverán a la carga con la reforma de las pensiones, después de los movimientos de franceses y alemanes. Y no es posible una reforma duradera de los sistemas de protección social sin su vinculación con el hecho tecnológico.

Así las cosas, viendo cómodamente los toros desde la barrera, le digo a mis cofrades sindicalistas: es preciso entrar de lleno en un Pacto social (de largo recorrido) por la innovación tecnológica. Con sus propios contenidos específicos, ya no fordistas, y sus correspondientes espacios contractuales, tampoco fordistas; también con sujetos negociales, esto es, el sindicato dentro y fuera de la empresa como agente principal de dicha contractualidad. Creo que éste es el gran desafío que rehuye la contraparte por dos razones: una, porque quiere gobernar discrecionalmente los procesos de cambio; otra, porque cree que su vasto unilateralismo empresarial le facilitará cómodamente una nueva acumulación de capital, gobernada sin nuevos y simétricos derechos sociales propios de la innovación tecnológica.

A la familia sindical le corresponde, pues, reinterpretarse y, a calzón quitado, “leer” sin complejos los contenidos de su literatura real, que son las plataformas y el resultado final de las mismas. Con esa actitud valiente podría preguntarse de manera desinhibida: ¿qué ataques a los derechos sociales vienen de la mano del empresario y qué ausencia de derechos no soy capaz de generar yo mismo con mis propias fuerzas? Lo que podría comportar la elaboración de un cuaderno reivindicativo que se corresponda con la fase de innovación-reestructuración. Y, puestos a hacerse preguntas no menos desinhibidas, la familia sindical podría caer en la cuenta de esto: ¿qué aspectos de ejercer el conflicto me interfiere la innovación tecnológica y de qué manera utilizo las potencialidades de conflicto que me depara dicha innovación?.
Me disculpo si soy excesivamente machacón, pero a efectos de lo que viene a continuación, tengo que seguir recordando que estamos en la fase de innovación-reestructuración, cuya ortopedia no coyuntural es la flexibilidad. Pues bien, hoy nos encontramos con un profundo desfase entra la velocidad y la hondura de las transformaciones tecnológicas y los saberes del conjunto asalariado y con una visible asimetría entre tales mutaciones y los saberes de la familia sindical. Una y otra se traduce en las siguientes anomalías: a) a la persona que trabaja se le exige que sepa hacer, que esté en condiciones de intervenir a todo meter ante cualquier contingencia, pero no se le da la necesaria y suficiente formación (e información) concretas para hacer aquello que se le demanda; y b) la familia sindical se autoexije el correspondiente general intellect, toda una obsesión del famoso barbudo de Tréveris, para ejercer su propia alteridad.

Vale la pena, pues, preguntarse ¿de qué manera, en la fase actual, el conjunto asalariado está en condiciones de tener acceso al universo de los saberes como derecho fundamental de ciudadanía social? ¿y de qué modo la familia sindical pone en marcha, también con una legislación de apoyo, un nuevo compendio iuslaboralista de reapropiación de los saberes?.
También en este orden de cosas, el sindicalismo confederal y la política pueden compartir diversamente la configuración de un Estatuto de los Saberes. El primero, estimulándose para introducir en la gramática de los convenios colectivos (y de toda la panoplia contractual) el acceso a los conocimientos; la segunda, traduciendo toda esa fuente de Derecho en dicho Estatuto con ringorrango de ley. O sea, una estrategia global de redistribución del acceso a los saberes y a la información, democratizando la revolución digital y tecnológica. Lo que tiene su máxima importancia en estos tiempos que necesitan que el sindicalismo (y la política) valoren el capital cognitivo en todas sus intervenciones; una batalla a la que, lógicamente, hay que implicar a los poderes públicos. Y comoquiera que no hay batalla sin su correspondiente grito mediático, propongo el siguiente: Más saberes para todos. Doctores tiene la Iglesia para elaborar dicho Estatuto. No quiero rehuir la responsabilidad de indiciar algunos, todavía insuficientes, apuntes. A grandes rasgos podrían ser: a) la formación a lo largo de todo el arco de la vida laboral, b) enseñanza digital obligatoria y gratuita, c) acceso gratuito a un elenco de saberes por determinar, d) años sabáticos en unas condiciones que deberán ser claramente estipuladas...

La pregunta que me hago, en relación a lo anteriormente expuesto, es: ¿los comités de empresa están en condiciones de abordar tan importantes materias? Mi respuesta abrupta es negativa, de ninguna de las maneras. Por una razón de peso: la fase de innovación-reestructuración es global, mientras que el comité de empresa es autárquico; la economía es interdependiente y el comité es un sujeto no comunicado con “el exterior”. Se trata de argumentos que, chispa más o menos, se encuentran en las cabezas de la familia sindical, pero que por las razones que sea, no se atreve, así las cosas, a organizar el tránsito para que (gradualmente y bien gestionado) se haga el traspaso de poderes y competencias del comité hacia el sindicalismo confederal. Tengo la fuerte sospecha que, en la medida que se siga manteniendo el llamado “modelo dual de representación” (con la vigencia de los comités de empresa), será muy difícil que el movimiento organizado de los trabajadores dé la talla en esta fase de innovación-reestructuración. He dicho anteriormente que tengo la certeza de que el comité no puede abordar, por sus características, los grandes cambios de civilización (algunos de ellos, los más importantes, son de neta ruptura con lo anterior), pero queda en el aire la pregunta de si la familia sindical estará en condiciones de hacerlo. Contesto: sí, en hipótesis. Y ya se sabe que una cosa es la certeza y otra es la hipótesis.

Ahora bien, el traslado de las competencias que tiene el comité a la sección sindical de empresa (sujeto que ya tendría in toto el poder contractual en el centro de trabajo) debería comportar algunas variaciones en la forma de ser sindicato. Que serían éstas: 1) estructurar la representación social en función de la morfología de la organización del trabajo, 2) el diseño de una sóla unidad de negociación frente a la contraparte, 3) fijando el itinerario de los hechos participativos con unas normas adecuadas que establezcan quorums para todo tipo de decisiones. En resumidas cuentas, no se trata de trasladar los poderes de una casa a otra, dejando que el sindicalismo siga igual que hasta ahora. Lo que no empece que algunas de estas consideraciones puedan ser puestas en marcha ahora mismo con el objetivo de poner a la familia sindical, como dijo el clásico, en vías de llegar a ser. Por ejemplo, ¿es algo descabellado que la familia sindical confederal diga explícitamente en su mayor disposición ‘constitucional’, esto es, en los Estatutos, que la soberanía sindical reside en los afiliados y no en los órganos de representación? Estaríamos ante una nueva inmanencia del sindicalismo confederal, ante una cesura extraordinariamente positiva que provocaría dentera en quien no la pusiera en marcha. Lo que propongo para sugerir una emulación positiva entre las grandes componentes de la familia sindical.

Ahora bien, si nos fijamos atentamente en esta propuesta de la “soberanía sindical”, caeremos en la cuenta que en la forma se trata de una analogía jurídica con lo que establecen las Cartas Magnas de los países democráticas. Es decir, no se trata de ninguna concepción extremista, ni siquiera de matiz consejista. Si no fuera porque en nuestro país la expresión ‘reformismo’ tiene unas históricas resonancias, diría que lo expuesto es reformismo. Y también en el fondo. Porque la soberanía sindical significa una adecuación a la forma del trabajo tendencialmente en redes, a un incremento visible del saber general del conjunto asalariado, a una mejor relación con la propuesta del Estatuto de los Saberes, a un buen vínculo con las demandas de participación (unas veces afloradas y otras en estado de latencia) de las personas. Es decir, a la plena asunción de los (mejores) valores republicanos en el interior de la familia sindical confederal.




Este ejercicio de redacción apareció en 2004 en la revista Observatorio sociolaboral. (Madrid)

14 March 2008

MANO A MANO CON JORGE RIECHMANN EN 2004

SOSTENIBILIDAD: ALGUNAS REFLEXIONES BÁSICAS

(En torno a un papel de Jorge Riechmann)

José Luis López Bulla

Jorge Riechmann ha presentado un interesante trabajo para Istas y el Departamento Confederal de Medio Ambiente de CC.OO. El papel tiene un meditado corpus doctrinal, como todos los de su autor, y sugiere al sindicalismo confederal importantes cuestiones. La primera de ellas aparece en la página 4: “pero desarrollo sostenible, producción libre o agricultura ecológicamente viable no son asuntosde mejoras incrementales sino de un cambio de modelo”. Lo que, en mi opinión, es una verdad como una catedral; el problema aparece cuando nos disponemos a enhebrar de manera práctica el hilo del discurso para convertir dicho apotegma en práctica factible. Porque lo que JR expone son algo más que palabras mayores. De entrada, y por pura comodidad, pienso en los escenarios convencionales en los que el sindicalismo confederal puede intervenir para, siguiendo a JR, conseguir el cambio de modelo. Y, si os parece, son dos: a) los procesos contractuales , b) la intervención favorecedora de medidas legislativas.

Sobre los procesos contractuales vale la pena expresar las siguientes y conocidas consideraciones: a) que, para que cumplan con el objetivo de coadyuvar a cambiar el modelo --se supone que gradualmente-- deben ser la expresión de la voluntad de sindicatos y empresarios; b) que, antes de la firma, existe un paso previo, esto es,


el carácter profundamente innovador de la plataforma negocial del sindicalismo confederal, de un lado, y, de otra parte, debe existir igualmente una voluntad similar en el empresario que se dispone a negociar. Es lógico que JR no hable de estas cosas, pues su interés es azuzar el debate y que los doctores de la iglesia se pongan manos a la obra; pero el caso es que alguien, o sea, los doctores tienen que estar por la labor de (gradualmente)cambiar el modelo. Que, para sumar otro cacho de complicaciones, no puede ser en un sólo país.

Estamos sin duda ante una hipótesis optimista, pues supone que desde la práctica contractual es posible el cambio de modelo. Y, desde luego, exageradamente optimista, pues presupone que, tal como están las cosas, se puede plantear el tan repetido cambio de modelo. Esto... sin saber, todavía a estas alturas, a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de (perdón) cambio de modelo. Pero por algún sitio se debe tirar. Y lo que parece claro es que la actividad substancial del sindicalismo, la contractualidad, debe servir también para el tan arduo como necesario problema que tenemos ante nosotros, la sostenibilidad.

El segundo método es, como se ha dicho, la actividad legislativa. Que se verá favorecida en la medida en que el sujeto legislador implícito, el sindicalismo, vaya creando fuentes de derecho en el territorio de la contractualidad. Esto es, si existen convenios que apuntan a la sostenibilidad, habrá más posibilidades de (gradualmente) avanzar por ahí. Pero si hemos partido de la base de que en un solo país no se arreglan las cosas (aunque sí se corrigen algunas, y no irrelevantes), hemos de convenir que desde alguna sede se debe legislar; naturalmente una sede de amplios territorios como, por ejemplo, la Unión Europea. Porque no estamos hablando de remiendos (a los que no conviene hacerle ascos) sino, siguiendo a JR, de cambiar el modelo.

Miente el refrán popular cuando afirma que querer es poder. Al menos no atina en mi caso porque yo quiero un buen porrón de cosas y no las tengo. Pero si querer no es necesariamente poder, también es cierto que no querer es definitivamente no poder. De donde se desprende que si el sindicalismo quiere, tiene (al menos en hipótesis) la posibilidad de poder; y si no quiere, estaremos en la certeza de que no se podrá. Porque entre posibilidad y certeza hay un trecho de ciertas dimensiones. Y aquí llegamos al querer. Comoquiera que la historia del sindicalismo es, a la vez, la historia de muchos mitos,


valdría la pena interrogarnos muy seriamente que lo que queramos no sea otro mito más. A tal fin se recomienda la lectura del prólogo al Manifiesto Comunista que hizo el maestro Eric Hobsbwam cuando el 150 aniversario de tan famosa obra. Porque lo cierto es que nuestro viejo amigo inglés le soltó un memorable (aunque cariñoso) cachete al barbudo de Tréveris. Sospecho que la opción por la sostenibilidad no es un mito. Y diré más, intuyo que puede ser un punto de encuentro de los más diversos grupos y sectores sociales. Por supuesto de la izquierda, siempre y cuando no se pongan en pié de guerra las viejas tradiciones de pegarse vergajazos los reformistas contra los

maximalistas y viceversa. Puede ser un punto de encuentro de intereses no exactamente coincidentes en otros campos. Y es posible que por ahí el sindicalismo confederal tenga mucha tela que cortar.

Pero la tela que pueda cortar tendrá relación directa con: a) su auctoritas en relación al resto de sujetos, movimientos y otras fuerzas (también políticas, por supuesto), una autoridad que le vendrá dada especialmente en los momentos de desacuerdo; b) los contenidos de

sus prácticas contractuales, tendentes gradualmente a la sostenibilidad.

Dos elementos me parecen obligados en ese itinerario. Uno, la alianza que debe establecer el sindicalismo con el mundo de la ciencia y la técnica para esos menesteres; otro, la relación con el resto de sujetos que vayan en parecida dirección. Lo primero me parece esencial para cualquier tipo de actividad sindical en estos tiempos que corren; lo segundo equivale, no se olvide, a que el sindicalismo no se difumina en tales movimientos, es más: se confronta obligadamente en determinadas ocasiones, y no pasa nada.

En resumidas cuentas, por ahí se trata de apuntar la posibilidad de compartir diversamente el paradigma de cambiar el modelo. Pero ¿de qué modelo está hablando JR? ¿Se trata de avanzar hacia la superación del capitalismo? ¿de ecologizar el capitalismo? En palabras claras: ¿de qué está hablando JR cuando propone el cambio de modelo?

Sant’Andrea in Percussina

Septiembre de 2004


Jorge Riechmann

Galapagar/ Madrid, 3 de octubre de 2004

Muchas gracias por las sugerentes reflexiones, José Luis (qué necesario resulta insistir en “la alianza que debe establecer el sindicalismo con el mundo de la ciencia y la técnica para esos menesteres”, y en “la relación con el resto de sujetos que vayan en parecida dirección”), y también a Toni por sus estimulantes mediaciones. Contesto sintéticamente por falta (¡ay!) de tiempo, en una cálida mañana dominical de este octubre que parece empeñado en recordarnos la realidad del calentamiento del planeta.

Llevo algún tiempo intentado desarrollar un análisis de la cuestión sostenibilidad/ desarrollo sostenible que parte de las siguientes cuatro premisas (o rasgos básicos de nuestra situación actual):

1. Hemos “llenado” el mundo, saturándolo en términos de espacio ecológico (como nos ha hecho ver el economista ecológico Herman E. Daly desde hace dos decenios).

2. Nuestra tecnosfera está mal diseñada, y por eso –como nos enseñó el biólogo Barry Commoner hace más de treinta años— se halla

“en guerra” con la biosfera.

3. Además, somos terriblemente ineficientes en nuestro uso de las materias primas y la energía (como han mostrado, entre otros, los esposos Lovins y Ernst Ulrich von Weizsäcker en Factor 4).

4. Por último, nuestra poderoso sistema ciencia/ técnica (que ahora podemos cabalmente llamar tecnociencia, tal y como insiste Javier Echevarría) anda demasiado descontrolada.

De cada uno de esos rasgos puede deducirse –en un sentido muy laxo del término deducción— un importante principio para la reconstrucción ecológica de los sistemas humanos, esto es, para

avanzar hacia sociedades ecológicamente sostenibles:

Hemos “llenado” el mundo principio de gestión generalizada de la demanda.


Nuestra tecnosfera está mal diseñada principio de biomímesis o Ecomímesis. Somos terriblemente ineficientes principio de ecoeficiencia. Nuestra poderosa tecnociencia anda demasiado descontrolada principio de precaución.

Ahora surgen dos problemas: (A) Hace falta práctica humana basada en los cuatro principios para avanzar hacia sociedades ecológicamente sostenibles, pero, de los cuatro, sólo el principio de ecoeficiencia encaja de forma más o menos “natural” con la dinámica del capitalismo. Ésa es la razón de que “desarrollo sostenible” –que, como sabemos, es un concepto sobre cuyo contenido existen intensas controversias-- sea entendido por las empresas, y en general por las autoridades públicas, de manera muy reductiva, en términos de ecoeficiencia, y de casi nada más. (B) Esos cuatro principios bastarían –creo— para orientar hacia la pacificación de nuestras relaciones con la naturaleza, pero no para lograr una ciudad humana habitable. Una sociedad podría poner en práctica los cuatro principios, y mantener sin embargo grados extremos de desigualdad social o de opresión sobre las mujeres.

Podrían existir sociedades ecológicamente sustentables que fuesen al mismo tiempo ecofascistas y/o ecomachistas. Conscientes del problema (B), sabemos que, desde la izquierda, tenemos que defender además un fuerte principio de igualdad social (o mejor, la vieja buena tríada de la Gran Revolución de 1789: libertad + igualdad + fraternidad o solidaridad, todos ellos adecuadamente corregidos por la mirada feminista sobre la realidad).

No nos basta con una sociedad ecológicamente sustentable: deseamos una sociedad ecosocialista. (Lo que entiendo por ello comencé a ponerlo por escrito en un libro escrito a medias con Paco Fernández Buey y publicado en 1996, Ni tribunos) Traer a colación la tríada de valores liberté, égalité, fraternité supone reconocer la suprema

importancia de la cuestión de la alteridad: en nuestra relación con el otro se juegan los asuntos ético-políticos más básicos de todos (en ello han insistido con lucidez Emmanuel Levinas y Zygmunt Bauman), sobre todo cuando tenemos presente que no se trata solamente del otro humano, sino también del otro animal.

Conscientes del problema (A), y conscientes al mismo tiempo de que se ha formado un consenso bastante amplio –que incluye a parte de las elites de la economía y la política, y es de alcance mundial— en torno a la idea de desarrollo sostenible (aunque diferentes partes participantes en ese consenso lo interpreten de manera diferente), creo que nuestra actuación en los dos planos que indica José Luis – (a) procesos contractuales, b) intervención favorecedora de medidas legislativas— debe buscar:

1. Aferrarnos a la búsqueda de ecoeficiencia como perro que ha dado con un hueso de jamón, a sabiendas de que es el único terreno donde cabe esperar avances relativamente rápidos, y de que ya está institucionalizado hasta en planes y programas de la envergadura de la Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible, e

2. Insistir constantemente en las limitaciones de esa reducción a la ecoeficiencia en la que se encastilla el sistema, y en la necesidad de avanzar intentando materializar los demás principios antes enunciados (sin lo cual seguiremos firmemente encarrilados en un curso de catástrofe): gestión generalizada de la demanda, biomímesis, precaución e igualdad social.

Las preguntas últimas de José Luis son muy difíciles de contestar (y todavía más difícil resulta hacerlo brevemente): “¿De qué modelo está hablando JR? ¿Se trata de avanzar hacia la superación del capitalismo? ¿De ecologizar el capitalismo? En palabras claras: ¿de qué está hablando JR cuando propone el cambio de modelo?” Pero intentaré sugerir algunas cosas. Telegráficamente, mis convicciones son:

1. Hay margen para ecologizar el capitalismo (por la vía de la ecoeficiencia), pero se agotará relativamente pronto, de manera que la “cuestión del sistema” seguirá planteada durante los próximos


decenios, y de manera muy intensa, aunque hoy nos parezca tan alejada de lo políticamente factible.

2. Debemos intentar aprovechar esos márgenes de acción, lo más rápida y vigorosamente posible: tanto porque conseguiremos algunas mejoras socioecológicas reales –que son desesperadamente necesarias--, como para mostrar –por la vía de los hechos—lo limitado de los planteamientos de “reforma interna” del capitalismo.

3. Al final de ese esfuerzo –que puede identificarse con el esfuerzo de llevar a la práctica la Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible, por ejemplo, junto con las otras estrategias que de ella se derivan “en cascada” hasta llegar a la Agenda 21 local de la más pequeña aldea— estoy convencido de que nos encontraremos con la “cuestión del sistema” encima de la mesa, y –si hemos sabido realizar durante ese tiempo nuestro trabajo pedagógico y político de “ilustración socioecológica”— con una correlación de fuerzas más favorable para nosotros.

4. Todo hace pensar que, si en algún grupo de naciones del planeta pudiera avanzarse hacia un “ecocapitalismo” en el siglo XXI, éste sería la UE, a tenor de las condiciones culturales, sociales y económicas que hoy prevalecen en los distintos países. (En mi opinión, también sería el lugar donde debería poder desarrollarse un ecosocialismo en los decenios próximos, aunque esto quede más lejos de nuestro horizonte político inmediato.) De manera que quienes hemos nacido por estos lares tenemos una responsabilidad especial.

5. Creo que un ecocapitalismo es a la postre inviable (además de indeseable), e intentaré argumentarlo de nuevo y mejor en un libro en el que estoy trabajando ahora (cuyo título provisional es Ecomímesis: crítica ecosocialista y propuesta de reconstrucción ecológico-social). De manera que sí: la expresión “cambio de modelo” apunta hacia la necesidad de superar el capitalismo y construir una sociedad ecosocialista. En fin, lo que nos enseñó Manuel Sacristán –nuestro pensador ecosocialista más importante-- hace más de un cuarto de siglo...


¿CONTINUAMOS PEGANDO LA HEBRA?

José Luis López Bulla

Queridos cofrades:

Por lo que se ve, hay que arremangarse… Pero, antes de entrar en harina, necesito hacer un par de aclaraciones. Todo empezó cuando mi primo Juanma Tapia (los dos nos intercambiamos papeles y panfletos) me envió tu sugerente trabajo, Jorge. Comoquiera que soy un entrometido, metí el cucharón y, a cosa hecha, me puse a reflexionar improvisadamente sobre dicho documento. En realidad mis notas eran sólamente un acuse de recibo a la gentileza de mi primo. Esta es la primera aclaración. La segunda es: en fin, mi sindicato puede entrar en

una fase de mayor elaboración sobre estos asuntos tan relevantes de civilización ya que tu trabajo, Jorge, sitúa una serie de elementos de gran importancia. Y me alegré porque Comisiones, que ha provocado tantas discontinuidades, parece querer abordar nuevos itinerarios con el conveniente desparpajo histórico que le ha caracterizado. En definitiva, me coloqué ante el estudio (es decir, lo leí) en clave de utilidad para el sindicalismo confederal. Por una razón: el papel de JR se dirige a los órganos de dirección confederales. De donde colijo que JR quiere influir naturalmente (una tarea noble y necesaria) en las prácticas del sindicato. A tal fin, JR estaba obligado a sistematizar toda su literatura e incorporar las aportaciones de la gran cofradía que se preocupa de estos asuntos. O sea, no tenía que, en principio, coartarse en sus reflexiones. Ahora bien, dicho documento no es una reflexión (o no puede ser sólo una reflexión) al margen de los asuntos del sindicato porque está hecho en clave de utilidad al movimiento organizado de los trabajadores y está elaborado desde un instituto del sindicato.

Vale la pena añadir, con cierto desenfado, que Jorge y un servidor tenemos una cierta ventaja: de momento no tenemos por qué tomar en consideración que una vieja conocida, Doña Correlación de Fuerzas, sigue presente, a veces de manera casquivana y antojadiza; y también,

como decía en mi primera carta, para meterse en harina están los doctores de la Iglesia, entre ellos mi primo Juanma Tapia. Es decir, Jorge y un servidor podemos disimular (un poquito, sólamente un poquito) ante los caprichos de aquella dama venerable. Pero no


podemos, de ninguna de las maneras, disimular que estamos hablando de cosas de civilización, desde la óptica del sindicalismo confederal.

Es decir, de un sujeto social que, diariamente, tiene que ajustar las cuentas con las cosas que pasan. ¿Me equivoco si a esto le llamo la fascinación del hecho sindical?

Así es que, según parece, hay que arremangarse. Y, como es gratificante el regusto por la polémica fraternal, sigo el consejo de Toni Doménech acerca de la necesidad de una práctica dialógica entre un reformista (el que suscribe) y Jorge (que, supongo, no lo es, y a mucha honra). Tal vez de este modo podemos hacer ver a ciertos personajes que es posible un debate abierto sin que medien los antiguos cristazos entre el renegado Kaustki y los de la acera de enfrente. O, si se prefiere, entre los eu-tópicos de lo cotidiano y los (indispensables) eu-tópicos de pasado mañana. Una polémica fraterna y sin resabios, pero clara como el agua clara.

Y paso a arremangarme. Jorge, dices que las preguntas que formulo son “difíciles de contestar”. Claro que sí, pero son las preguntas indispensables para saber a qué atenernos. Porque cuando se formula la necesidad de un cambio de modelo lo que no puedo hacer es ignorar en qué tipo de jardín me meto. Porque si estuviera leyendo un documento para otros menesteres (no menos nobles) disimularía un poquito. Pero estamos hablando de cosas que son objeto de las preocupaciones y, sobre todo, de las prácticas del sindicalismo confederal. De ahí que la respuesta no la necesite yo particularmente sino el movimiento de los trabajadores. Que es el sujeto activo a quien se le invita a cruzar el charco. Comparto que la respuesta necesite tiempo, así es que el asunto sigue pendiente.

El documento se dirige a la dirección del sindicato y desde un instituto del sindicato. Mi pregunta es: ¿no hay por ahí algunos pespuntes o pistas sindicales para acompañar el hilo argumental y, de paso, indiciar con ejemplos de qué manera ir cambiando gradualmente las cosas? Por ejemplo, en el mundo de las relaciones industriales hay un ejemplo que, tal vez, hubiera demostrado que JR no es un quimérico soñador. Me refiero a la empresa suiza Rohmer Textil AG que ha puesto en marcha un nuevo estadio de producir, a través de la investigación y una nueva relación con el territorio. Es posible que la aburrida Suiza, después de la invención del reloj de cuco, no haya hecho algo tan novedoso como el carácter de la producción en Rohmer. Y aquí viene otra provocación (en el sentido etimológico de


la palabra, esto es, volver a llamar): ¿hasta qué punto los investigadores sociales y los pensadores, los cercanos al sindicato, están al tanto de las cosas que pasan en los centros de trabajo? Por lo general, algunas publicaciones que tratan sobre el mundo del business ethics (Adela Cortina, García-Marzá, Lozano, Conill y otros) obvian esta experiencia de la empresa suiza y, sin embargo, la responsabilidad social de Rohmer Textil no se limita al conocido vínculo de la empresa con los stakeholders más a mano, sino que le mete mano al modo de producir. Entre paréntesis, la pregunta es: ¿puede ser este modelo de producir, el de Rohmer, un inicio de cambio de modelo? No me digáis que una flor no hace primavera, lo sé perfectamente. Pero ¿vamos bien por ahí, aunque todo lo limitadamente que queráis? Y si vamos una chispa de bien ¿de qué manera dar a conocer, impulsar y favorecer esa miaja de reforma que, al menos en la fábrica, es estructural? Porque no es que vayamos muy sobrados de experiencias de esta envergadura, ¿eh?

En mi primera carta a la cofradía planteaba el problema de cómo incrustar en las negociaciones colectivas el arsenal propositivo de Jorge. Jorge y yo podemos seguir insistiendo en que es cosa de los doctores de la iglesia. Pero ¿hasta qué punto esto no es una picardía?

¿Hasta que punto no es una miajita de desresponsabilización por nuestra parte? Y, para mis adentros, no dejo de preguntarme hasta qué punto no es una inercia de la parcialidad de nuestras lecturas del barbudo de Tréveris. Porque lo cierto es que de nuestro abuelo alemán casi casi nos hemos quedado con una parte de su discurso: la distribución. Y hemos dejado al maestro armero asuntos tan serios como la producción. Bueno, un servidor, al igual que Jorge, necesita un poquito de tiempo para meterme en harina sobre tal cuestión.

Ahora bien, siento dar la tabarra a mis amigos, conocidos y saludados (esta era una expresión del perillán ampurdanés, Josep Pla) con un tema de armas tomar. Supongo que están de mi hasta la coronilla de lo que viene a continuación. Me refiero a lo siguiente: ¿está la cofradía en sus cabales si afirma que el actual modelo de representación en el centro de trabajo es el más conveniente para el cambio de modelo que plantea JR o para asuntos más limitados (reformadores o reformistas, tanto da), al menos en este escenario de la gran cuestión medioambiental? No me digáis latoso pero afirmo que los comités de empresa no son los sujetos útiles para esta operación de ir cambiando gradualmente las cosas. Un asunto con tantas


interdependencias no puede ser gobernado por un sujeto autárquico, desincrustado (en la acepción del maestro Polanyi) como es el comité

de empresa. No es un asunto burocrático sino de saber acomodar el proyecto (reformador o radical, reformista o ecosocialista) al carácter de quien lo va a poner en marcha o a seguir poniéndolo en marcha. En otras palabras, el proyecto no es la propuesta teórica sino ésta inseparablemente unida al tipo de sujeto que la organiza.

Acabo (de momento, acabo) quien no se escapa de concretar un poquito en eso de cómo dar de comer más en concreto es Joaquín Nieto. Porque una cosa es que nosotros, los teólogos, hablemos de ciertas cosas. Pero, los cardenales están para algo más… Los teólogos ponemos la fe, los cardenales deben pasar a las (buenas) obras. Saludos, JL

Jorge Riechmann

Galapagar/ Madrid, 6 de octubre de 2004

Pido excusas (de nuevo) por la brevedad con que apunto cosas que necesitarían desarrollo más largo.

Claro que Rohner Textil, la pequeña empresa suiza de Heerbrug (valle del Rin, cerca del lago Constanza), indica un camino interesantísimo.

Es uno de los ejemplos logrados –y muy publicitados, precisamente porque no hay tantos— de transformación hacia la producción limpia. También nosotros, desde ISTAS (junto con CC.OO./ Aragón) hemos intentado avanzar en esa reflexión y presentar algunos ejemplos estimulantes (La literatura a la que se refiere José Luis sobre “ética de la empresa” es menos útil, en mi opinión, que otros trabajos sobre ecología industrial, química verde, producción limpia, etc.)

Estos casos de producción limpia –como Rohner Textil, el “ecosistema industrial” de Kalundborg en Dinamarca y algunos otros— desbordan el marco de ecoeficiencia dentro del que tiende a


quedar restringido el “capitalismo verde” y desarrollan reformas que incorporan también el principio de ecomímesis o biomímesis al que me referí anteayer , y el principio de precaución.

Así que son “eutopías de lo cotidiano” de lo más recomendable. Sí que “vamos bien por ahí”, rotundamente. Ahora bien, ¿podemos pensar en producción limpia de forma generalizada bajo el capitalismo? En mi opinión no: haría falta un grado tal de coordinación social (no sólo mediante mercado sino también mediante planificación), de vigencia de valores alternativos y de sometimiento de las decisiones de inversión a criterios ajenos a la rentabilidad de los capitales privados, que nos sitúan en otro marco socioeconómico.

Así que vuelvo a insistir en lo del “cambio de modelo”: la sostenibilidad de un sistema (en particular, de la economía española, por ejemplo) no tiene demasiado que ver con las mejoras marginales en su eficiencia (lo cual no quiere decir que no tengamos que perseguir con tesón la ecoeficiencia, por las razones que apunté anteriormente): tiene que ver más bien con su metabolismo básico, con las pautas de intercambio de materia y energía entre el sistema y su entorno. Los ejemplos de Rohner Textil o Kalundborg son esperanzadores porque inciden precisamente en eso: el metabolismo industrial.

Comparto la reflexión sobre la adecuación/ inadecuación de los comités de empresa. Ojalá que los sindicatos europeos pudieran impulsar un poco estas iniciativas de producción limpia, porque de momento la iniciativa está casi por completo en mano de minoritarios sectores “ilustrados” del empresariado, muchas veces forzados por circunstancias más bien excepcionales. JR

José Luis López Bulla

YA SEGUIREMOS HABLANDO…

… porque tengo la impresión de que he irrumpido en tu tiempo de manera bastante impertinente, Jorge. De todas formas me alegro


porque he tenido la oportunidad de cibercharlar con alguien con quien nunca había hablado. Pero antes de dejarte momentáneamente tranquilo quiero hacerte dos precisiones: una, de mi tabarra anterior no se desprende que magnifique la literatura referente a la responsabilidad social de la empresa (tampoco le quito la más mínima importancia, escarmentado como estoy de que el santoral de una parte de la izquierda soltara cuatro imprecaciones contra demasiados investigadores), simplemente relataba de que en un determinado libro encontré una referencia a la Rohmer, y este ejemplo no aparece citado en las homilías del Gotha sindical; otra, cuando tengas más tiempo seguiré insistiendo con mis traviesas preguntas, y comoquiera que nací en el Albaicín (muy cerca del Sacromonte) te diré lo que dicen las gitanas granaínas: “Échame algo, Jorge”.

Hasta la vista, para un servidor ha sido un gran placer. JL

05 March 2008

JAVIER TEBAR EXPLICA A DI VITTORIO

INTERVENCIÓN DE JAVIER TÉBAR

EN EL SEMINARIO SOBRE GIUSEPPE DI VITTORIO ORGANIZADO POR LA FONDAZIONE DI VITTORIO DE LA CGIL Y POR LA FUNDACIÓ CIPRIANO GARCÍA DE CCOO DE CATALUNYA

PARIS, 29-II-2008

En primer lugar, quiero agradecer a los organizadores de este seminario su invitación para participar en él. Estoy aquí en representación de la Fundación Cipriano García de CCOO de Cataluña, que es la entidad que gestiona el archivo histórico de este sindicato. Voy a exponer algunas cuestiones de forma, tal vez, un tanto esquemática, pero con la intención de que la exposición sea clara y ordenada, situando aquellos aspectos que me parecen de interés, para que, si se quiere, en un posterior debate podamos profundizar en algunas o en todas ellas, e incluso en otras que se puedan sugerir por parte de los asistentes a este acto.

La estructura de la intervención se dividirá en 3 partes, que he procurado entrelazar, por decirlo de alguna forma:

a) Primero expondré, de forma sucinta, un marco interpretativo sobre lo que representó la República y la guerra civil, y una breve contextualización histórica sobre la creación de las Brigadas Internacionales, en qué momento, con qué problemas y cómo finalmente se pusieron en marcha. Algo que me parece imprescindible para inscribir la presentación de la investigación de la que me ocupo hoy.

b) En efecto, en segundo lugar, ofreceré un breve resumen de los resultados de la investigación realizada por Josep Puigsech sobre Di Vittorio en las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española, por encargo de la Fundación Cipriano García de CCOO de Catalunya, que junto con el estudio de la profesora Gloria Chianese conforman un trabajo unitario de la trayectoria de este destacado y ya mítico dirigente sindical y político italiano.

c) Y, por último, explicaré de forma breve algunas cuestiones básicas sobre la actual situación de la recuperación de la denominada “memoria histórica”, con relación a las BBII, y a las políticas públicas que se han puesto en marcha últimamente por parte del gobierno autónomo catalán y del Gobierno español.

Debo empezar diciendo que la guerra civil española ha constituido, desde su mismo inicio, un acontecimiento histórico de gran atractivo para los historiadores, estudiosos y para los propios testimonios de aquellos hechos. Se dice que la cifra de libros sobre esta guerra alcanza ya las 20.000 publicaciones, un dato que da a entender que es una de las cuestiones más ampliamente tratadas de un siglo de contrastes como es el siglo XX.

Ni la proclamación de la República, ni la victoria del “Frente Popular” tenían como una secuencia lógica el inicio de una guerra civil en el verano de 1936. En conjunto la “revolución política” de los republicanos reformistas y de los socialistas, como grupos mayoritarios en el parlamento español, no constituía una “revolución social”, que sí reclamaban, mediante actos insurrecciónales por los sectores del anarcosindicalismo de la CNT y también por un grupúsculo por entonces muy sectario, como era en aquellos momentos el PCE. La política republicana no se dirigiría hacia una “revolución social”, sino que constituía un conjunto de reformas alguna de ellas ciertamente moderadas, pero todas en conjunto de gran calado político y social, me refiero a las reformas: del ejército, de la enseñanza, de las relaciones Iglesia y Estado, y de la propiedad de la tierra. Lo cierto es que en los orígenes de la inestabilidad de la República estuvo presente, desde el principio, la confluencia de los sectores sociales que tradicionalmente habían detentado el poder en la sociedad española.

Como en el resto de Europa, tal como ha señalado el profesor Ismael Saz, también en España se había ido fraguando, desde el cambio de siglo –coincidiendo con la crisis del 98 y las propuestas regeneracionistas, en plural, que se lanzaran desde el mundo intelectual-; pues bien, se fraguó, como decía, un pensamiento ideológico que respondía a un nacionalismo radical, capaz de cohesionar y otorgar legitimidad a todos los sectores que se declaraban enemigos de la democracia. Los proyectos y actitudes de estos sectores que conectarían con la propia evolución de las fuerzas antidemocráticas y antiliberales del país durante los años treinta. Trato de decir con esto que las dificultades por las que atravesó el régimen republicano tuvieron, por tanto, fuertes puntos de contacto con lo que se estaba produciendo entonces en Centro-Europa y en la Europa mediterránea, es decir, con la destrucción de las democracias en Alemania y en Italia, y con su amenaza en otros países.

Y es que el proceso político español corría por sendas similares a las de otros países de su entorno durante aquellos años. Sin embargo, ha sido frecuente sobre-valorar las cuestiones “domésticas” para presentar la guerra como el resultado de un choque frontal e inevitable entre las fuerzas políticas de la izquierda y de la derecha, como una guerra propia de un país atrasado, tanto en sus estructura económicas como en sus culturas políticas, en definitiva, como resultado de un supuesto carácter español, cainita, atrasado y vengativo.

Sin embargo, cabe desmontar estos tópicos, primero porque, como afirma el profesor Rafael Cruz, no existen razones para considerar que un excesivo número e intensidad de enfrentamientos ponga en peligro la democratización o la pervivencia de regímenes democráticos, es decir, que “demasiada política” en la trayectoria de un régimen no conduce necesariamente a la revolución. Pero además, porque también detrás de estas interpretaciones teleológicas y lineales, existe un interés muy claro de ocultar algunos hechos que son irrefutables. Por ejemplo, que fue la sublevación militar protagonizada por determinados jefes y oficiales -que rompieron su juramento de lealtad al régimen legalmente constituido- la que despreció las soluciones políticas. Aquel golpe militar de carácter contrarrevolucionario fracasó entre el 17-18 de julio de 1936; no logró derrocar al gobierno y declarar el estado de guerra para imponerse en el conjunto del país tal como tenía proyectado, y acabó finalmente abriendo las puertas a la revolución a la que decía pretender poner freno. El enfrentamiento político dio paso al enfrentamiento militar, que se transformó en la solución de los conflictos sociales que se habían vivido hasta entonces. Es decir, se despreciaron las soluciones políticas posibles y se optó por las soluciones militares. La guerra una vez puesta en marcha, adoptando la inercia de una maquinaria, destruyó de manera fulminante unas vidas y de forma definitiva iba a instalar un daño irreparable en otras. En definitiva, de “la fiesta republicana, se pasó a la tragedia de la Guerra Civil”, y al inicio de una revolución social en el campo y en las ciudades leales a la República.

Pero como es del todo necesario insistir, aunque sea una y otra vez, en que el carácter diferente de España, la, tantas veces, mencionada “particularidad española” no está en la base de los acontecimientos sucedidos en los años treinta en España, con el corolario de la victoria del ejército franquista en 1939, quiero ofrecer una serie de fechas y datos históricos que permitan ampliar el campo de visión sobre los problemas internos españoles y los sitúan en un contexto más amplio. Y es que, aunque parezca mentira, cabe recordar algunas cuestiones muy básicas, como que, el retroceso democrático y el camino hacia la dictadura, se iba a producir en el conjunto del Continente europeo. Entre 1920 y finales de 1940, se pasó de 28 estados europeos que podrían clasificarse como democracias o sistemas parlamentarios restringidos, a la permanencia de sólo 6 democracias: el Reino Unido, Irlanda, Islandia, Suecia, Finlandia y Suiza. Los datos sobre el asalto a las democracias son concluyentes.

La victoria franquista, en abril de 1939, en el conjunto de España, con el general Franco como Caudillo victorioso de una guerra, una guerra de naturaleza colonial en el interior del propio país (no debemos olvidar que los jefes y oficiales del bando nacional se nutrieron del grupo de los “africanistas”, que habían luchado en las antiguas colonias españolas en el norte de África), fue el resultado de un golpe militar fracasado, que quiso presentarse como un golpe preventivo, aunque luego tampoco se ha podido demostrar la existencia de los arsenales de armas de que se disponían para una supuesta revolución inminente de los rojos-separatistas, como eran genéricamente calificados los republicanos de todas las tendencias. Pues bien, este pronunciamiento militar, que tanto recordaba en algunos aspectos a los múltiples que tuvieron lugar durante el siglo XIX español, fue protagonizado la mayor parte del ejército –no todos, y también es necesario recordarlo-, pero además fue bendecido por la Iglesia católica española, que estuvo dispuesta a llamar a aquella guerra contra el enemigo “Cruzada Nacional”.

Esta victoria militar y política representó un proyecto de reorganización profunda de la sociedad en sentido reaccionario y con voluntad totalitaria. Y por encima de la lucha dentro del propio bloque vencedor, entre fascistas y una derecha radical fascistizada, el proyecto del régimen –tal como ha sostenido Ismael Saz- fue de un nacionalismo radical, como un proyecto de nacionalización, el más importante de la historia del país.

La creación de esta propugnada “comunidad nacional”, estaba en la base también de la represión llevada a cabo por la dictadura, iniciada con el golpe militar mismo. Fue una represión incluso más salvaje que la que se produjo en la Italia fascista o en la Alemania nazi, aunque esta afirmación pueda sorprendernos inicialmente. Fíjense bien, que tan salvaje fue aquella violencia política protagonizada por la dictadura franquista que incluso un fascista radical como Farinacci o un genocida, aunque todavía no estrenado como tal, como Himmler, se quedaron sencillamente horrorizados ante la dimensión de la represión franquista. Es decir, se puede concluir que el genocidio nazi fue inmensamente superior al franquista, pero no lo fue como represión por motivos políticos en tiempos de paz.

Dicho esto, querría aportar algunos elementos de contextualización y de reflexión en torno a lo que supuso la creación de las Brigadas Internacionales (BBII). El impulso de su constitución debe situarse entre julio y setiembre de 1936, fechas coincidentes con la preparación en Barcelona de las Olimpiadas Populares como respuesta de las organizaciones de izquierda a las olimpiadas oficiales que aquel año se celebraban en Berlín y que estaban siendo instrumentalizadas por el gobierno nazi. Había en España atletas llegados del extranjero que decidieron quedarse para apoyar a la República, además de pequeños grupos de militantes comunistas y socialistas y también muchos de los militantes sindicales y políticos españoles que retornaron del exilio y de la emigración (movimientos que ha confirmado la profesora Natacha Lillo en su estudio sobre la Pequeña España, aquí mismo en Paris)

Pues bien, el 17 de julio, confirmados el día siguiente, se tenían ya noticias de los movimientos golpistas en los territorios españoles del norte de África, produciéndose finalmente como sabemos un intento de golpe militar protagonizado por una parte numerosa de jefes y oficiales del ejército español. La ayuda al bando rebelde fue enviada desde Alemania e Italia ya a partir de finales de aquel mismo mes de julio.

El historiador y diplomático Ángel Viñas ha señalado en su reciente libro, publicado en 2006, “El escudo de la República” –este año 2008 se publicará la segunda parte de esta investigación- una cuestión importante a tener en cuenta a la hora de situar los movimientos que se estaban produciendo en aquellas semanas, y ya entonces habían grupos más o menos inconexos de voluntarios extranjeros, decididos a aportar su apoyo.

Asimismo en los últimos días de agosto, llegó a Madrid el dirigente comunista italiano Luigi Longo, quien se entrevistó con la plana mayor del PCE para discutir las posibilidades de reforzar una centuria italiana ya existente en aquellos momentos. El dirigente del Partido Republicano Italiano, Randolfo Pancciardi, llegó poco más tarde con el proyecto de organizar también alguna brigada de compatriotas, y llegó a reunirse con el dirigente socialista Indalecio Prieto, que estaba a favor de esta propuesta, aunque finalmente no se llevaría a cabo por no contar con el apoyo del que era entonces el máximo dirigente del Partido Socialista Obrero Español, Francisco Largo Caballero.

Sin embargo, estaban en el aire las decisiones de los soviéticos sobre de las políticas de intervención o no en el conflicto bélico español. Este proceso de toma de decisiones y de adopción de una política de apoyo activo y abierto por parte de la Unión Soviética se prolongó cerca de dos meses; de hecho, se dilató hasta finales de setiembre. Posteriormente, una vez dadas las órdenes por Stalin, tuvieron lugar las reuniones del Presidium del PCUS y del Comité Ejecutivo de la KOMINTERN, entre el 16-19 de setiembre de 1936, en las que se discutió la situación de España y sus repercusiones internacionales, y donde se aprobó formalmente la denominada “Operación X” el 29 de setiembre de 1936, es decir, la ayuda soviética al gobierno republicano español, que ha sido analizada en profundidad en el estudio de Daniel Kowalsky sobre la Unión Soviética y la guerra civil española.

A partir de aquellos momentos, el Partido Comunista Francés, con la figura de André Marty, y el Partido Comunista Italiano a través del mismo Luigi Longo, se encargaron, desde Paris, de iniciar el reclutamiento de los primeros voluntarios durante los últimos días de setiembre de 1936. Además, la dirección de la IC creó un triunvirato para la dirección de las BBII, cuyo cuartel general se estableció en una ciudad manchega, Albacete, porque estaba situada geográficamente en un lugar estratégico para unir el centro del país con el Mediterráneo y, al mismo tiempo, estaba lejos de los frentes en combate, tal como había quedado dividido el país después del golpe militar. Los tres máximos responsables de las BBII fueron Marty, que ocupó la más alta responsabilidad, con el estatus de jefe de las BBII; seguido de Longo como inspector general de las BBII y, finalmente, para el cargo de jefe de los comisarios políticos de las BBII se designó a Giuseppe Di Vittorio. Así, pues, en las primeras semanas del mes de octubre, “Nicoletti” debió llegar a Albacete, antes del día 14, cuando llegó el primer contingente de 500 brigadistas. Así las cosas, la guerra civil española, pocos meses después de su inicio, adquiriría un nuevo estadio en su internacionalización.

La decisión de Iosif Stalin y de los dirigentes soviéticos fue controvertida entonces y sigue siéndolo hoy en día en el ámbito del debate historiográfico. A partir del sustrato de numerosas historias escritas por policías, periodistas y soldados al servicio del bando nacional -siguiendo lo publicado por Ángel Viñas- también se ha ido construyendo una mitología que no parece, ante el avance y los planteamientos de algunas de las presentadas como nuevas investigaciones que se altere, este es el caso del libro presentado por el publicista e historiador César Vidal sobre las Brigadas Internacionales en 1999, precisamente pocos años de la recepción oficial en el Congreso de los Diputados, durante el último Gobierno de Felipe González, sin embargo, Vidal ha mirado solamente 5 documentos de los archivos rusos, y utiliza como fuentes publicaciones editadas con recopilaciones. Esta versión que sostiene está dentro de lo que se denomina, con demasiada ligereza, “revisionismo histórico” -aunque nada, desgraciadamente, tienen que ver con el revisionismo de Renzo de Felice en Italia durante los años ochenta y parte de los noventa-; pues bien, digo que esta versión se basa en interpretar el giro de los sublevados españoles hacia Berlín y Roma como una respuesta inevitable ante la intervención de Moscú en tierra patria, por tanto una respuesta defensiva ante la amenaza extranjera para evitar que se hicieran realidad las decisiones tomadas por los malvados bolcheviques inmediatamente después del 18 de julio.

Y fíjense bien, que esto es, al mismo tiempo, contradictorio con otra versión fijada por la propaganda franquista que sostendría, y continua sosteniendo, que el golpe militar fue defensivo ante la inminente y bien organizada revolución anarco-comunista que se estaba organizando desde la victoria del Frente Popular el mes de febrero de 1936. Todo ello basado en la fantasía, sin ningún tipo de documentación que lo demuestre, y con el objetivo propagandístico de justificar el llamado “Alzamiento Nacional”. En definitiva, lo que defienden Vidal y otros no es la vieja sino la vieja y petrificada propaganda franquista, eso sí, pretendidamente actualizada.

Así, pues, el debate, no siempre estrictamente historiográfico, sobre las brigadas se ha situado en la siguiente disyuntiva: Luchadores por la libertad o soldados de Stalin. Algunos historiadores han insistido en presentar a las Brigadas Internacionales como un instrumento de Stalin, y a la URSS empeñada en dictar la política al gobierno republicano español, algo que no se corresponde con la evidencia de la investigación histórica, hasta el extremo de que, como sabemos, la diplomacia soviética recomendó a su embajador en España, Marcel Rosemberg, en los inicios de la guerra, que no se inmiscuyera en los asuntos del gobierno.

La creación de las BBII, desde hace años, y especialmente en los últimos, ha pasado a constituir una mitología de la guerra civil como ejemplo de la solidaridad de la izquierda internacional hacia la causa republicana, y ello contiene gran parte de verdad, aunque se debe decir que posiblemente no toda la verdad. Para situarlo en su justa medida, la creación de las Brigadas ha de verse como un escalón más en el proceso de maduración del apoyo activo soviético a la República. En este sentido, tal como sostiene Ángel Viñas, existen dos actos anteriores a la creación de las Brigadas que son reveladores del escaso automatismo y de las dudas respecto a cómo actuar por parte del gobierno soviético durante aquellos momentos iniciales, estos son: a) La influencia de la dirección del PCUS sobre el PCE para su entrada en el gobierno de Largo Caballero, el 4 de setiembre de 1936; debe decirse que aquel paso supuso un punto de inflexión muy importante, y que se produjo no sin problemas y reticencias, que a partir de las instrucciones de la IC se superaron, para que los comunistas españoles entraran en el Gobierno republicano –los anarquistas solamente lo hicieron un mes más tarde. Pero además, aquella decisión tenía implícito un planteamiento de Moscú de que ni socialistas ni comunistas podían adoptar medidas revolucionarias, sino que de lo que se trataba en aquellos momentos era de consolidar un gobierno para conducir a una revolución democrática que aplastara la “contrarrevolución fascista” iniciada con el golpe militar de julio; b) Por otro lado, también se realizaron gestiones, propuestas, instrucciones y valoraciones para negociar la forma de suministro de armamento durante las semanas finales de setiembre.

Ha sido más bien recientemente, sin embargo, cuando Rémi Skoutelsky, un historiador francés, especialista en la materia –que ya había abordado la participación de los voluntarios franceses en las Brigadas: L’Espoir guidait leurs pas: les voluntaires français dans les Brigades Internacionales, 1936-1939, publicado por Bernard Grasset- nos ha ofrecido un relato indispensable para conocer todos los detalles sobre la actuación de los brigadistas que protagonizaron uno de los episodios clave en la historia de nuestro país, me refiero al estudio Novedad en el frente: las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil, Publicado en 2006. El proyecto de Skoutelsky es un estudio de enormes ambiciones, que aparece después de quince años de investigación, y que ofrece realmente una primera visión global, sólida y bien documentada, sobre las Brigadas Internacionales.

La obra de Skoutelsky se sitúa en un punto intermedio entre las interpretaciones que subrayan un supuesto dirigismo soviético y el mito romántico de solidaridad internacional. Es de un especial interés el análisis que realiza el autor de la documentación conservada en los archivos del Komitern en Moscú, basamento sobre el que pivota su interpretación sobre el fenómeno brigadista. Sintéticamente, debo decir que este estudio confirma una amplia presencia comunista entre los brigadistas, sostiene que esta organización de voluntarios será un ejército controlado por la Comitern, pero no el ejército de la Comitern, y aunque no excluya ciertos rasgos de sectarismo tampoco encuentra pruebas suficientes para defender la otra vieja tesis que postula, en un sentido contrario al franquista y “neofranquista”, la idea de que las Brigadas Internacionales eran una herramienta comunista más dentro de una estrategia de conjunto para acabar con la revolución española. Aunque, desde luego, este es otro debate en el que hoy no voy a entrar.

Después de esta contextualización histórica, voy a abordar la presentación de la aproximación al paso del dirigente comunista italiano Giuseppe di Vittorio por España, como comisario de las BBII, entre octubre de 1936 y finales de febrero de 1937, es decir, un paso breve e intenso de unos escasos cinco meses, en el contexto de unas las guerras civiles más sangrientas hasta entonces del siglo XX. Desde luego, este trabajo del profesor Josep Puigsech tiene un mérito notable, y más teniendo en cuenta que el tiempo del que ha dispuesto no ha sido mucho. Pero, desde buen principio, es necesario subrayar que las aportaciones tanto de Gloria Chianese como de Puigsech son del todo meritorias.

El trabajo que presentamos ofrece realmente una novedad temática entre los estudios sobre la guerra civil española, me refiero a la aproximación del paso de una figura como la de Di Vittorio por las brigadas. Esta es, sin duda, una segunda cuestión positiva de la investigación, a través de apuntar posibilidades: puertas que abrir y pistas que perseguir, como, por otro lado, tenía forzosamente que ser este primer acercamiento, si se quiere, eminentemente exploratorio, inicial, en el que se apunta su potencialidad para desarrollarse en un futuro. Todo ello, compone un cuadro general de retos en un tema que, sin duda, así en Italia como en Francia y en España, constituye un filón para la investigación histórica. Por tanto, debemos felicitarnos de los resultados obtenidos, que son, como he dicho, muy preeliminares, pero sólidos.

Ya hace más de tres décadas, que Michele Pistillo afirmaba que no era nada fácil reconstruir la actividad llevada a cabo por Di Vittorio en los cinco meses de su estancia en España. Y lo cierto es que, a pesar del ascendiente, de la influencia y el predomino moral de Di Vittorio, tanto nivel internacional en el ámbito del sindicalismo como en Italia por su militancia comunista, sigue siendo hoy difícil hacer la reconstrucción histórica que ha realizado Puigsech. En primer lugar, es necesario señalar que las fuentes primarias para este estudio están fragmentadas y son dispersas, aunque sean más amplias que de las que dispuso Pistillo. Los problemas heurísticos que se han planteado en la investigación así parecen indicarlo, por tanto existe todavía una pervivencia de las dificultades para acceder a las fuentes documentales.

Una fuente de cierto interés es la prensa socialista, del sector liderado por Francisco Largo Caballero, en concreto la cabecera “Claridad”, un tipo de diario nocturno o de tarde que hoy ha desaparecido ya. Esta cabecera de prensa ha constituido otra vía de información para conocer las actividades de Di Vittorio, entre noviembre y diciembre de 1936. Además de, por último, algunos número del órgano de prensa del Partido Comunista de España, “Mundo Obrero”, donde se destacaba especialmente la militancia política de Di Vittorio y sus dotes de organizador y propagandista, para conocer algunos aspectos de ese mismo periodo.

Otra cuestión distinta, es la que hace referencia a las fuentes originales para realizar un trabajo histórico sobre las BBII, que se conservan en la República Rusa, en el actual Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica (RGASPI), conocido hasta no hace demasiado años como el Instituto de Marxismo-Leninismo de la URSS y como Centro Ruso de Conservación y Estudio de Documentación de la Historia Contemporánea. El acceso a estos fondos documentales estuvo abierto sin limitaciones durante la implosión de la antigua URSS, entre 1991 y 1995. Aquella situación permitió el acceso libre a las fuentes documentales de gran valor histórico, ya que se trata de documentación recopilada por parte de los máximos organismos de dirección comunista de la década de los años treinta del pasado siglo XX. Estos fondos documentales se cerraron a la consulta de los historiadores a partir de 1995, con el argumento de que contenían secretos de estado de la nueva República Rusa, y así siguen, cerrados, en la actualidad. A pesar de ello se ha obtenido en el curso de esta investigación copias de la documentación realizadas por un periodista, Llibert Ferri, corresponsal durante años de la televisión autonómica catalana (TV3) en la antigua Unión Soviética y especialista en temas soviéticos. Este periodista, después de múltiples dificultades para depositar las copias en alguna institución pública, finalmente cedió los microfilms que había hecho, entre 1991 y 1995, en el Centre d’Estudis Històrics Internacionals (CEHI) de la Universitat de Barcelona y, al mismo tiempo y no sabemos porqué razón, en el Arxiu Josep Tarradellas que está ubicado en el Monasterio de Poblet (Tarragona).

El catedrático de ciencias políticas y sociología de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Elorza y la también profesora Marta Bizcarrondo tuvieron la posibilidad en los años noventa de poder acceder a los ricos fondos de la KOMINTERN, gracias a su colaboración con Ministerio de Educación y Cultura del Gobierno español, en el proyecto conjunto de los Archivos de la Federación Rusa y del Consejo Internacional de Archivos para el tratamiento y preservación de esta documentación, bajo el patrocinio del Consejo de Europa. El resultado de su investigación fue el estudio Queridos camaradas, La Internacional Comunistas y España entre 1919 y 1939, donde también se daba cuenta de las relaciones entre la KOMINTERN y las autoridades republicanas, establecidas como una sumisión de las segundas a la primera. Sin embargo, las copias que pudieron realizarse para la investigación no están en manos, al parecer, de la administración española, sino que están en manos del catedrático Elorza, que se niega a permitir su consulta. A nosotros no envió de nuevo a Moscú. Así las cosas, si durante un período inicial de los años noventa, los archivos soviéticos estuvieron relativamente accesibles, a partir de 1995 las autoridades rusas comenzaron a establecer una serie de barreras que nos llevan hoy a esta situación de imposibilidad de su consulta, por su expurgación y cierre, a no ser que se tengan contactos, tiempo y al parecer sobre todo dinero.

En cualquier caso, el azaroso itinerario de las copias de los archivos soviéticos de Llibert Ferri, han permitido el acceso a fondos personales de Dimitrov, secretario general de la IC, y de Manuilski, secretario y hombre de confianza de Stalin, solamente de forma parcial, y recopilar en la medida de lo posible los materiales que hacen referencia a la figura de Di Vittorio. En el fondo de Dimitrov es donde se localizan la mayor parte, por no decir la totalidad, de las referencias al sindicalista y político italiano, y concretamente en la autobiografía de Lazare Manfred Stern, un dirigente comunista rumano y uno de los comandantes militares más destacados de la XI Brigada. El 14 de diciembre de 1937, Stern presentó a sus superiores en Moscú el denominado “Informe sobre la actividad en España”, bajo el seudónimo de “M. Fred”, descomponiendo su propio nombre, a pesar de que durante la guerra civil el sobrenombre habitual que había utilizado era el de “General Emilio Kléber”. Esta indagación en las fuentes descrita hasta aquí es, sin duda, uno de los aspectos más positivos de reseñar de la investigación del profesor Puigsech.

Las conclusiones extraordinariamente positivas del paso de Di Vittorio por España como comisario político de las Brigadas son establecidas por Josep Puigsech a partir de tres aspectos. Un primero que denomina “la vertiente organizativa”, así, siendo el cargo oficial de Di Vittorio el de comisario político del conjunto de las BBI, de hecho, se hizo también cargo directamente de la comisaría política de la IX Brigada Móvil, constituida por los batallones Edgar André (integrados fundamentalmente por alemanes) Commune de París (sobre todo franceses), Dabrowski (polacos, húngaros y yugoslavos) y Garibaldi (italianos). Un segundo aspecto analizado, es el de la actividad relacionada con las tareas propagandísticas, coincidiendo con el mes de noviembre de 1936. Y, finalmente, un último aspecto es el que el propio autor califica como el “más oculto” de Di Vittorio, situado en el tiempo entre diciembre de 1936 y febrero de 1937. Se plantea en este último apartado como una hipótesis plausible -si bien posiblemente faltaría contrastarla con más pruebas- que la retirada de “Nicoletti” no estaría determinada únicamente por el estado de salud del dirigente italiano, sino que la trayectoria de diferencias personales que mantuvo Di Vittorio y las desavenencias sobre cuestiones militares con el “General Kléber”, primero, y sobre todo las discrepancias políticas y estratégicas con Marty a la hora de reclamar el italiano una revitalización de efectivos humanos y materiales para la XI y XII BI, llegaron finalmente a manos de la dirección de la IC, sobre todo a través de sus delegados y los agentes del espionaje soviético en España. Desde el punto de vista interpretativo, por tanto Puigsech sostiene que el funcionamiento de las BBII y la propia actividad de Di Vittorio en ella estuvieron extraordinariamente condicionados por las fricciones y luchas internas en la IC, y con ello trata de explicar muchos de los aspectos que comprenden el paso de di Vittorio, “Mario Nicoletti”, por las BBII.

Asegura Puigsech que todo ello generó reticencias hacia la figura de “Nicoletti”, que contribuyeron a recomendar su traslado a París en febrero de 1937, cuando fue enviado a Paris, donde dirigirá, a partir de julio de 1937, el recién creado periódico antifascista “La voce degli italiani”, como órgano oficial de la Unione Popolare Italiana, en la que comunistas y socialistas impulsaron un pacto de unidad de acción. Un hecho que al autor le parece sintomático de lo que afirma, y por tanto fortalece la tesis que sostiene, es lo que publicó Mundo Obrero al realizar un balance de los primeros seis meses de guerra, es decir, en el mes diciembre de 1936, antes de la marcha de Di Vittorio. En este balance el órgano oficial del PCE destacaba a aquellas figuras que habían contribuido decisivamente durante la batalla de Madrid, y recordaba a Mate Zalka, Dumont, Hans y “Gallo”, mientras tanto, la figura otras veces elogiada de Di Vittorio en aquel momento no aparecía ni mencionada.

No obstante, desde mi punto de vista, y este es una primera cuestión sobre la que reflexionar, tal vez se subrayen en exceso como elementos explicativos las tensiones, enfrentamientos y discrepancias con determinados miembros de la Internacional Comunista. Es necesario el profundizar para esta investigación, incluso ir más allá, de los aspectos que se sitúan en una visión unidireccional: Moscú-España, España-Moscú, puesto que un problema central de ese asunto es el que hace referencia a la propia génesis del “Frente Popular”, a la unidad de las organizaciones de la izquierda política y social, y no sólo limitado a sus relaciones con la Internacional Comunista. Un ejemplo de este sentido unidireccional en los análisis es el trabajo del propio Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, que está atravesado por un ir y venir de los contactos, informes, directrices desde Moscú a la dirección del PCE, sin combinar ese ángulo con otros posibles para ver los resultados prácticos y concretos de lo que son la directrices y los proyectos contenidos en este cruce de documentos.

Un segunda cuestión es que el informe que envió “M. Fred”, es decir Stern, fue posterior a sus enfrenamientos con André Marty y el más definitivo con el general José Miaja (entonces jefe de la 1ª División Orgánica del ejército republicano y en noviembre Jefe de la Junta de Defensa de Madrid), este último provocó que Stern fuera enviado a Valencia y apartado del mando, que no volvería a ejercer hasta la muerte en junio de 1937 del general Paul Lukacs (Mate Zalka, nacido en la Ucrania austrohúngara) al que sustituyó al frente de la 45ª División.

Por tanto Stern no sólo tuvo serios enfrentamientos con Di Vittorio, sino que sus discrepancias se mantuvieron con responsables políticos y militares jerárquicamente por encima del propio Di Vittorio, y fueron estas discrepancias precisamente las que le llevarían durante unos meses a su marginación de los centros de decisión sobre la guerra. Además, el informe de “Kléber” debe interpretarse sin dejar de tenerse en cuenta los procesos de Moscú, con las consecuentes purgas estalinistas, iniciados en 1936, sin duda condicionaron la exculpación del propio Stern, porque esa era fundamentalmente la naturaleza de su informe, sobre sus responsabilidades y papel durante aquellos primeros meses de la guerra civil española.

Por otro lado, la propia potencia de la luz que arroja la Guerra Civil española, puede eclipsar temas tan importantes, para la cuestión de la que aquí estamos hablando, como es la dinámica de las mismas fuerzas políticas antifascistas italianas y los problemas a los que estas organizaciones deben enfrentarse también desde el punto de vista interno del país, es decir, cómo actuar ante la dictadura de Mussolini y, al mismo tiempo, mantener los cuadros dirigentes en Italia, no enviarlos a la guerra española. Y digo esto, porque esta cuestión no fue nada sencilla. Por ejemplo, en el PCI se produjo un cierto debate en el seno del grupo dirigente sobre qué decisión adoptar al respecto, discutiendo si era adecuado o no transferir demasiados cuadros en España, puesto que esto podría debilitar la lucha antifascista en Italia. Por tanto, esto nos conduce a tener muy en cuenta que la actitud de una parte del PCI pasaba por no abandonar el camino de la lucha antifascista en Italia, en beneficio de la lucha contra el fascismo en España. Podemos decir que las dos cuestiones estaban estrechamente ligadas la una a la otra: ganar en España significaba fortalecer la lucha antifascista en Italia y en Europa y al mismo tiempo ganar la opinión pública italiana resultaba fundamental para derrotar a los rebeldes en España, por cuanto era preciso boicotear el envío de armas y hombres desde Italia al país ibérico. Pero los dirigentes italianos también valoraron el relativo fracaso de esta política, así como la incapacidad del partido para lograr este objetivo.

En este sentido, es necesario no establecer una perspectiva que nos conduzca a ver un control absoluto de Moscú sobre todo lo que estaba sucediendo en España, sin margen de iniciativa y decisiones propias de las organizaciones antifascistas y de los partidos comunistas occidentales. Al mismo tiempo, debemos evitar el caer en la tentación, siempre atractiva, de analizar e interpretar los acontecimientos de 1936-1937 a la luz de lo que sucedería en 1939, es decir, el Pacto Ribbentrop-Molótov, de 23 de agosto de 1939 y la discrepancia abierta de Di Vittorio con este acuerdo de no agresión a escasas semanas de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, con la invasión conjunta de Polonia por parte de los ejércitos alemán y soviético. Nosotros sabemos el final de la historia, pero los protagonistas no la conocían.

Somos conscientes de que para un futuro desarrollo de la investigación que se presenta es del todo necesario, junto los archivos soviéticos, el poder acceder también a otros archivos españoles –que desde hace años han realizado un gran esfuerzo para su adecuación y consulta- puesto que en esta ocasión no han podido ser visitados. Me estoy refiriendo a los archivos militares, concretamente al de Ávila, donde se conserva documentación del ejército militar republicano y también del ejército rebelde, y cuya riqueza mostró el historiador norteamericano Michael Seidam en su historia social de la guerra civil. Además, también, ha quedado pendiente –por imposibilidad de calendario- la consulta del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, antiguo Servicio de Recuperación de Documentos, creado conforme avanza el ejército franquista, para llevar a cabo los juicios políticos, es decir, la persecución política e ideológica que, en gran medida, caracterizó la naturaleza del “Nuevo Estado” a partir de 1939. Los fondos que se conservan en todos ellos, pueden ayudarnos a hacernos preguntas distintas a partir de nuevas fuentes, pero también preguntas distintas a las mismas fuentes consultadas hasta ahora.

La última cuestión que abordaré, de forma mucho más breve, tiene relación con cuestiones básicas sobre la actual situación de la recuperación de la denominada “memoria histórica” y de las políticas públicas que se han puesto en marcha últimamente por parte del Gobierno español y algunos gobiernos autónomos, como el catalán y el andaluz.

Una encuesta publicada el 20-11-2000 por el diario El Mundo –situado en la órbita de la derecha española- reflejaba que la imagen de Franco era “mala” o “muy mala” para el 38,1% de los encuestados, “regular” para el 33,1%, “buena o muy buena” para el 22,5%, mientras que un 6,2% se refugiaba en el “no sabe/no contesta”. Por otro lado, algunas encuestas nos hablan de la escasa, por no decir mala, consideración que merece en el imaginario de los españoles la experiencia de la II República. Parece que algo pasa en un país que valoraría mejor, o menos negativamente, una experiencia dictatorial que su más directo precedente democrático, la II República; o que, pero aún, contempla impávido un auténtico proceso de demolición de la práctica totalidad de sus experiencias y actores democráticos anteriores a 1975. Como ha señalado el profesor Saz, nos guste o no, parece perdurar en el imaginario de los españoles la asociación República-Guerra Civil-Franquismo como una concatenación de hechos según la cual la primera habría conducido a la segunda y ésta se habría resuelto con la imposición del tercero. Durante la dictadura, por consiguiente, se habrían producido las grandes transformaciones económicas y sociales que habrían hecho posible el triunfo de la democracia en España. Estos serían, en mi opinión, algunos de los efectos de “larga duración”, si se me permite emplear este término, que pueden detectarse en la sociedad y política españolas.

No obstante, quiero detenerme, para finalizar, en decir que el fenómeno histórico de las Brigadas ha recibido una atención muy especial desde 1996, cuando en el Congreso de los Diputados español, durante la parte final del último gobierno socialista de González, aprobó un decreto con el que se concedería la nacionalidad a los brigadistas que lo solicitaran. Así se pueden enumerar una serie de actos y actividades realizadas en torno a las BBII a partir de aquellas fechas. Hago una simple relación: La proyección del documental “Extranjeros de sí mismos”, de los periodistas y escritores Javier Rioyo y José Luis López Linares; el documental, más reciente “Almas sin fronteras”, de Alfonso Domingo y Anthony L. Geist que rescata de la memoria a los brigadistas norteamericanos que lucharon en España durante la Guerra Civil con el bando republicano. Entre 2003-2004, Michel Lefebvre periodista de «Le Monde» y el mismo Rémi Skoutelsky, en París, en Madrid y en diferentes ciudades españolas presentaron un documentadísima exposición sobre el tema. En noviembre de 2005 tuvo lugar la exposición "Brigadistas. El archivo fotográfico del general Walter", una mirada realista a las Brigadas Internacionales que participaron en la Guerra Civil española. Con motivo del último homenaje, por el momento, a los brigadistas también se hicieron debates televisivos, en 2006, el canal 2 de TVE, dirigido por un escritor especializado en temas históricos, Jorge Martínez Reverte, que moderó un debate en torno al tema Voluntarios de leyenda (Brigadas Internacionales). Asimismo, se creó hacia finales de la década de los 90, la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales que tiene una actividad intensa en la organización de actividades para la difusión y conmemoración de la memoria de las Brigadas. Y en cuanto a congresos, debemos referir los de carácter internacional que vienen organizándose desde 1999, con la constitución del Foro Internacional sobre las Brigadas Internacionales, así como la creación del Centro de Estudios sobre las BBII en Albacete, donde tuvieron su cuartel general durante la guerra. En noviembre de 2006 el Congreso Internacional “La Guerra Civil Española'” organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales con motivo del 70 aniversario del comienzo de la contienda., también recibió numerosas comunicaciones sobre el fenómeno brigadistas, aunque con una marcada tendencia hacia los estudios histórico-literarios y memorialisticos.

Ante todo ello, no hay duda de que, desde mediados de los años noventa hasta la actualidad, la presencia de la “memoria”, aunque se siga llamando confusamente o de forma problemática “histórica”, sobre las Brigadas Internacionales es más que notable. Incluso, cabe preguntarse si las Brigadas en la historiografía sobre la guerra civil hoy comienzan a constituirse ya un subgénero historiográfico, como lo son, aunque en un nivel distinto y superior, los estudios sobre la represión y violencia políticas. Y si esto es así, sin duda la propia “memoria de la guerra civil” tiene notables efectos sobre el trabajo de los historiadores.

Afrontar el pasado de forma crítica ha abierto, en diferentes países, debates entorno a la obligación y la legitimidad de recordar. En España, en realidad, un intenso debate público sobre la conciencia respecto de lo que representó la guerra civil y el franquismo ha comenzado de forma relativamente reciente. El interés por la denominada “memoria histórica” y especialmente por la vinculada con la represión franquista se expresa hoy con mucha fuerza en nuestro país.

Después de una prolongada “falta” de memoria, es del todo necesario, sin embargo, aproximarnos de forma crítica y rigurosa a las causas sobre su resurgir, como un verdadero boom, en nuestro país. Una multiplicidad de motivos, comunes al resto de países, intervienen en este asunto. Pero además, llamaba la atención sobre la tensión entre historia y política que se viene produciendo con relación a la “memoria colectiva” en nuestro país, y pronosticaba que la batalla ideológica en el terreno de la “memoria” de la guerra civil y el franquismo está en proceso de intensificarse. Entre los sectores historiográficos y mediáticos de la derecha española se está produciendo un cambio de actitud que consiste en asumir, con aciertos y errores, la historia del franquismo como su propia historia. Para ello, al mismo tiempo, tratarán de poner en evidencia los límites y debilidades de la “memoria histórica”, que consideran una construcción elaborada por la izquierda social y política. Y es que posiblemente hoy las disputas sobre la “memoria” y los actores que intervienen en ellas constituyen en sí mismas un objeto de estudio para las ciencias sociales y para la propia “historia del tiempo presente”.

Las derechas españolas, especialmente el PP, ha adoptado una posición extremadamente peligrosa para ellos mismos, a parte de las sandeces que se han llegado a decir sobre la reapertura de heridas al impulsar política públicas de la memoria –con toda la complejidad y las aristas que plantea estas políticas, por cuanto deben sortear los problemas derivados de no constituir una memoria oficial y por tanto petrificada y mitificada-, lo cierto es que ante semejante ruido mediático y político cabe decir que las leyes aprobadas tanto por el Parlament de Catalunya, en setiembre, como en el Congreso de los Diputados, en noviembre del año pasado, son leyes positivas aunque mínimas en algunos aspectos, y aun así son el comienzo de un camino por recorrer con el objetivo de contribuir a fortalecer los valores democráticos y a concebir el conocimiento de la historia como un derecho civil, con todos los cortafuegos necesarios ante el uso político de la historia, que también evidentemente se ha dado y se da.

Finalmente, quiero decir que la derecha que representa el PP no ha aprovechado la ocasión para desmarcarse de su propio pasado, porque en definitiva no entiende, no ha asimilado, como recientemente ha escrito Ismael Saz, que hoy la línea divisoria no se puede establecer, como se hizo durante tantos años, entre vencedores y vencidos, la división debe ser clara y nítida: entre dictadura y democracia.

El estudio que se ha realizado en mi opinión, contribuye en este sentido a reflexionar desde hoy sobre los valores de la democracia, de la lucha por la libertad y por la justicia, en definitiva, por aquello que Leonardo Sciascia denominó la razón democrática.