Iginio Ariemma
Gramsci y la ideología consejista
Americanismo y fordismo, de Gramsci, ha sido el ensayo que más ha
comprometido, apasionado e incluso fatigado a Trentin. Lo leyó muy pronto,
recién publicado y escribe una recensión en Quarto Stato, la revista de Lelio
Basso, La società degli alti salari (11). Es junio de 1950, probablemente
antes de su afiliación al PCI. Capta el análisis general del ensayo, pero hace
una lectura crítica en un punto que no es secundario: el salario alto no es
«una forma transitoria; es verdad que es «un instrumento de coerción» y de
paternalismo, pero es un vínculo entre el fordismo y la política general del
gobierno americano. Los dos se orientan a generar una «productividad creciente»
a través de los altos salarios y la estabilidad de la mano de obra «con la
consiguiente posibilidad de mantener un ritmo productivo creciente» y un
«aumento del consumo nacional». Este es el incipit de su estudio sobre el
neocapitalismo que lo llevará a ser uno de los expertos más reconocidos en la
materia. Escribe esta recensión cuando todavía hace poco que ha estado en
Harvard y tiene frescas sus investigaciones y debates de la política
norteamericana, muy en particular sobre el New
Deal y la organización prouctiva y
el pensamiento de Henry Ford. Es ahí, en esa política, donde capta el origen
del neocapitalismo, la innovación que representa, incluso sus nuevas relaciones
sociales y de trabajo como, por ejemplo, las human relations.
Reemprende
seguramente la lectura de Americanismo y
fordismo cuando Giuseppe Di Vittorio lo envía a Turín a estudiar la
condición obrera de la FIAT
tras la derrota de la FIOM
(1955) en las lecciones sindicales (Comissioni interni). Fue un momento decisivo en su
vida ya que, en esa experiencia, comprende la importancia decisiva del control
de la organización del trabajo, todos los aspectos de la relación de trabajo
(ritmos, ambiente, cualificaciones profesionales, etc) mucho más decisivos que
la lucha por los salarios (12). Allí mdura la convicción de que la lucha
secular por la redistribución de la renta, aunque sacrosanta, no conduce a
resultados significativos en el plano de la igualdad, y que son los derechos
–es decir, el poder de ejercitar efectivamente la libertad-- las conquistas
duraderas del progreso social y la vía del socialismo (13). En el conflicto social y distributivo la libertad es lo primero, dejará como testamento espiritual.
En
los años cincuenta (entonces Trentin tenía treinta) investiga mucho sobre los temas del
progreso técnico, la productividad y el neocapitalismo. Recuerdo el ensayo Produttività, human relations e politica
salariale, aparecido en
agosto de 1956 en Critica economica,
la revista que dirigía Antonio Pesenti. Este ensayo es la reelaboración de su
ponencia en el seminario del Istituto Gramsci, I lavoratori e il progresso tecnico. En la correspondencia de Trentin hemos
encontrado un manuscrito de unas 140 páginas en respuesta a la intervención de
Franco Rodano, Neocapitalismo
e classe operaia, publicado precisamente en el número de mayo-junio
de 1957 en Nuovi argomenti. Simultáneamente
aparece en Mondo operaio el artículo de Vittorio Foa Il neocapitalismo è una realtà, que provocó una amplia discusión en las filas de
la izquierda. Aunque el ensayo de Trentin es de agosto de 1957 nunca ha sido
publicado y no sabemos por qué. De hecho tiene un gran interés porque anticipa
sus investigaciones, los temas y las soluciones que desarrollará más adelante. Trentin
critica a Franco Rodano en algunos aspectos significativos: el necocapitalismo
como «untopía pequeeño burguesa», la visión determinista del progreso
tecnológico y de la automatización y la concepción abstracta, apriorística e
idológica de la clase obrera. No obstante, la reflexión más densa es sobre la
terciarización y las alianzas con las capas medias; en este sentido, Trentin ve
en los técnicos, investigadores y científicos «los nuevos sujetos del proceso
revolucionario», los aliados naturales de la clase obrera.
Estos
temas tendrán una sistematización más profunda en la ponencia del seminario
sobre el capitalismo italiano (1962), promovido por el Istituto Gramsci.
En Le
dottrine neocapitalistiche e l’ideologia delle forze dominanti nella politica
economica nos encontramos con estas novedades:
1) El americanismo es también en Italia una
modernización tecnocrática y en la gestión del del capitalismo;
2) estas transformaciones (el management, las human
relations, los altos salarios, los procesos de automatización, etc.) no son
una mistificación sino el intento de construir una nueva hegemonía por parte de
las clases dominantes;
3)
la base de masas, en Italia, de esta hegemonía no es la socialdemocracia, que
no tiene raíces históricas, sino el movimiento católico, aunque a la búsqueda
de su propia dimensión autónoma en el plano social y económico;
4)
esta hegemonía puede ser derrotada, no con la ilusión verticista de reformas
estructurades impulsadas por arriba, sino medfiante un amplio movimiento de
base de la clase obrera que provoque nuevos instrumentos de democracia en la
fábrica y construya nuevas alianzas, especialmente con los técnicos.
La leadership de Trentin entre los metalúrgicos
–desde 1962 en adelante y, sobre todo, la experiencia de los años del otoño
caliente, 1968 y 1969, siendo uno de sus principales protagonistas-- tiene como referencia a Gramsci. La brújula
de su orientación es, particularmente, la ideología consejista de L´Ordine Nuovo. Pero su padre, Silvio,
también le influyó (15). Ahora bien, Trentin innova el modo de concebir los
consejos, ya que estaba convencido de que la ideología consejista había
fracasado tras la experiencia de los años 1919 – 1920. Para él, los consejos no
son --y no pueden ser-- instituciones públicas que se orientan al autogobierno
de los productores, ni tampoco instrumentos de contrapoder obrero en el proceso
revolucionario tal como sostenían los más radicales y extremistas. Trentin
concibe los consejos de fábrica como órganos del sindicato, de un sindicato más
democrático, unitario –de todos los trabajadores, afiliados y no afiliados-- para el control de la producción y de las
condiciones de trabajo (16). En aquella época le conocí y nos hicimos amigos.
Entonces yo era secretario provincial del PCI turinés.
Por
aquel entonces Trentin ya había madurado una posición original sobre el tema
del gobierno de la empresa: la autogestión por parte de los trabajadores es
errónea y está destinada a la derrota tanto en el plano económico como en el
político; la vía es la cooperación conflictiva, que Trentin denomina «codeterminación»,
según la cual los consejos de delegados y los sindicatos tienen el poder del
control de la organización del trabajo y el derecho de ser informados y
participar en los planes de la empresa, pero sin confusión de papeles con el
management –a quien le corresponde la propuesta y la decisión final-- ni tampoco mediante la participación
accionarial ni otras formas de capital.
Trentin, siendo secretario general, pidió y consiguió que el sindicato
no estuviera presente en los consejos de administración de los entes públicos;
tampoco era partidario del sistema dual de gestión, como en Alemania, porque a la larga daña el papel y la
autonomía del sindicato (17). En la raíz
de su concepción, al igual que Marx, está la noción de que entre capital y
trabajo la contradicción y el conficto social son irreductibles. Quizá esta contradicción –me apresuro a
añadir— no tiene la misma centralidad de hace tiempo, pero continúa siendo así. De
todos modos Trentin es consciente que la conflicitidad puede ser un factor
positivo del desarrollo económico y social, y el necesario ingrediente de una
sociedad pluralista y democrática siempre que se gestione con responsabilidad. Tanto sobre esta cuestión, como en otras, Trentin
presenta un desafío positivo al liberalismo a partir de su núcleo central: la
propiedad privada como matriz de la libertad.
Sin embargo, para Trentin el trabajo es el derecho de los derechos, la
garantía fundamental de la libertad de la persona. No hay libertad –es decir,
posibilidad de auto realización-- sin
trabajo. El trabajo responsabiliza y
socializa la libertad y es el fundamento de la igual libertad. Por lo demás,
incluso John Locke, el padre del liberalismo, definió la propiedad privada como
«trabajo acumulado», pero, según Trentin, la liberación humana no puede
depender ni de la propiedad privada, ni coherentemente de la propiedad pública,
de la estatal.
En
la introducción a Da sfruttati a produttori, el libro que recoge su experiencia de quince
años como secretario de los metalúrgicos, en el que desde el título es evidente
el respeto que le tiene a Gramsci, hay una observación crítica que merece
señalarse: «Es difícil substraerse de la sensación –escribe en 1977-- que, de manera recurrente, esta concepción de
la clase obrera como clase dirigente, como clase de los productores […] ha sido
rebajada y superpuesta a los problemas específicos de la clase obrera
italiana»; esta visión y «el proceso de transformación consciente del productor
explotado se presentan referidos únicamente a la acción que los trabajadores
pueden desarrollar fuera del centro de trabajo y, por lo tanto, en el exterior
de su condición específica de explotados». Así, se cae inevitablemente en una
exageración voluntarista, si no paternalista. En todo caso, la experiencia
colectiva es substituida por la ideología. La construcción de un proceso se
transforma en ´llamamiento´ […], es la fractura con la realidad en
transformación» (18). Aunque Trentin
acepta la concepción gramsciana del «productor colectivo» cree que la clase
obrera puede tener éxito si cambia su propia condición de trabajo y de vida a
partir de la organización productiva, no si se queda en el limbo ideológico.
La ciudad del trabajo es, en cierto sentido, la conclusión de su
recorrido en torno a Gramsci. Y es, como reconoce, incluso con menos
generosidad con el fundador del PCI, que sin embargo le había inspirado –como a
todos nosotros-- que el proceso
revolucionario de transformación socialista en Occidente es complejo y exige
una mayor gradualidad y un trabajo en profundidad de hegemonía en la sociedad
civil y en la cultura. «En Gramsci –dice Trentin en una conferencia en Torino
el 21 de noviembre de 1997, pocas semanas antes de la publicación del libro-- hay una contradicción de fondo entre un
«historicismo finalista, bañado de determinismo» y «un voluntarismo prometéico»
propio de un «misionero». Esta primacía de la voluntad permite la aceleración del
proceso de la historia, «violentar los tiempos», pero no cambiar la dirección.
Así pues, Gramsci es prisionero de dos principios de la ciencia política,
inspirados impropiamente o no por Marx, de los que hemos hablado antes.
Las
luchas obreras de 1968 – 1969 y el descubrimiento de la persona
Las grandes luchas obreras de finales de los años
sesenta –escribe con orgullo en La ciudad del trabajo— pusieron en
crisis el fordismo y el taylorismo, situando los problemas de la liberación del
trabajo y del control efectivo del proceso productivo más allá de la lucha por
los salarios. En esa dirección fue
importante la contribución de la cultura de tradición cristiana, sobre todo, en
la «defensa de la integridad física y moral de la persona humana, incluso con
relación a la falsa cientificidad de la máquina taylorista». El personalismo
cristiano de Jacques Maritain, Emmanuel Mounier y los escritos de Simone Weil
sometieron a crítica con un «potencial subversivo» los imperativos de la
historia y consecuentemente «el historicismo […] ya oxidado con sus ´etapas
obligadas´ con sus insuperables ´fases de transición´ y sus categorías conceptuales». Trentin descubre la persona humana y la
coloca antes que la clase. La persona es el individuo elevado a valor porque
tiene un proyecto de vida, de autoafirmación. Y añade: «En aquellos años tomó
cuerpo en lo más vivo del conflicto social y en un área muy articulada de la
investigación teórica y empírica una nueva idea de la izquierda: el bosquejo de
un proyecto de sociedad que ponía en movimiento el trabajo y sus transformaciones
posibles (20). Un momento importante de esta investigación fue el seminario del
Istituto Gramsci (Turín 8 – 10 de junio de 1973) sobre «Ciencia y organización
del trabajo». Este seminario, hoy definitivamente olvidado, conoció la
amplísima participación de obreros, técnicos y científicos de varias
disciplinas que, durante meses, discutieron animadamente, con una profunda
preparación en las más importantes realidades productivas, la relación entre
trabajo y ciencia, la superación de la dicotomía entre fábrica y sociedad, una
diferente organización del trabajo y el control de los trabajadores. Trentín participó con una ponencia junto a
las de Giovanni
Berlinguer y Adalberto Minucci,
Raffaello Misiti y Gianni Cervetti (21). Sin embargo, este impulso y esta
investigación se agotan a finales de los setenta.
Son
múltiples las causas –incluída la debilidad del sindicato— de que no se pusiera al día la estrategia reivindicativa
ante los cambios de las políticas de las empresas: lo testimonia la derrota en la FIAT en 1980. Sin embargo, lo
que pesó más fue la debilísima reacción de la izquierda que, ya en el otoño
caliente según Trentin, fue «de baja intensidad» ante los nuevos procesos a
nivel mundial y nacional y no solamente la más marcada agresión del neoliberalismo
con la política reaganiana sino con la caída del fordismo. Esta falta de
reacción afecta tanto a los partidos como a la cultura de la izquierda. Y se
concreta en el «definitivo divorcio de la producción como centro de interés,
como terreno de conflicto». La dura polémica afecta a todos: en primer lugar a
los partidos, que privilegia la gobernabilidad y el juego político en la
cúpula; después a los intelectuales, incluso a los más radicales que en el
pasado habían hecho de la fábrica y de la clase obrera el perno de su
elaboración teórica y cultural, incluso reprendiendo al sindicato. No solamente
los de Lotta continua que vociferaban
aquello de «delegados bidón»; y también los obreristas, es decir, los que
teorizaron el contropiano y el
salario político como arma revolucionaria de superación del capitalismo y ahora
sostenían «la autonomía de lo político» ante los procesos sociales y políticos,
además de los seguidores de Franco Rodano de la Revista Trimestrale ,
que pasaron del productor colectivo al consumidor colectivo, poniendo en el
centro la distribución en vez de la producción.
La nueva greografía del trabajo y la sociedad del
management
A
dieciséis años de la publicación del libro, el taylorismo no ha sido derrotado,
continúa sobreviviendo, aunque con nuevas formas. En Italia está en marcha la
crisis del fordismo: desaparecen cada año fábricas de 500 trabajadores e
incluso de más de 250; los precarios alcanzan ya casi la mitad de los
trabajadores dependientes. Pero el taylorismo se resiste a desaparecer. Incluso
en países emergentes (China, India, Brasil y en los países del Este) fordismo y
taylorismo se reproducen. En nuestro país «la cantera de la innovación
organizativa postfordista –escriben los investigadores universitarios Giancarlo
Cerruti y Marcello Pedaci— está funcionando desde hace poco tiempo, aunque los
resultados son modestos y queda mucho por hacer» (23). Lo demuestran los estudios y las
investigaciones más recientes sobre la condición de trabajo. La gran encuesta
de la FIOM de
2007 (400.000 trabajadores consultados y 96.607 respuestas) demuestra que la
lógica productiva se mantiene inalterada: ritmos sofocantes, tiempos saturados…
Una menor capacidad de ejecución y una mayor responsabilidad en el trabajo que
no infrecuentemente se hacen a medias, escribe Aris Accornero (24). Por otra
parte, el «toyotismo» es una solución más aprente que real, como afirma
Trentin. La investigación de la
Fundación de Dublín, por encargo de la Unión Europea en 31 países,
algunos no europeos, confirma substancialmente los datos de la FIOM.
El
último acuerdo sindical en la
FIAT , inmuesto por el administrador-delegado con un insensato
referéndum entre los trabajadores, no se orienta, con toda seguridad, hacia la
superación del taylorismo, va en dirección opuesta. La mayoría de los
trabajadores, aunque por una escasa diferencia, lo ha aprobado porque tenía
miedo de perder el puesto de trabajo. Todavía recuerdo las caras fatigadas y de
rabia de las obreras, todas ellas de cierta edad, cuando salían de la puerta 2
de las carrocerías de Mirafiori.
Incluso
allá donde es difusa la pequeña y pequeñísima industria –en Italia, el 95 % de
las empresas están a la mitad de sus plantillas-- no hay un cambio relevante en
la autonomía del trabajo. La diseminación
de los centros de producción y la dispersión de los trabajadores se afrontan de
una forma nueva, formando largas cadenas en el espacio, pero siempre decididas
y planificadas desde arriba, con controles informáticos, frecuentemente
penetrantes, y practicando una dura individualización del trabajo con objetivos
más incisivos y personalizados.
Obviamente,
también existen centros de excelencia tanto en la industria como en los
servicios y en la producción de bienes inmateriales, donde la relación entre la
ciencia y la técnica y el trabajo es más
orgánica; aquí la mayoría de la mano de obra, con estudios universitarios,
tiene mayor autonomía. Pero no es la mayoría.
También aquí el estress del trabajo es alto, dada la organización del
trabajo centralizada y heterodirigida. Pino
Ferraris –amigo de Trentin y mío-- pocos
meses antes de morir me envió dos ensayos de gran interés: el primero trataba
del declive de la solidaridad en los centros de trabajo; el segundo sobre la
larga lista de suicidios de trabajadores altamente cualificados en la France Telecom y en la Tecnocentro de la Renault , etc. En este
último texto relata la explicación de Christophe Dejours, importante psicólogo
del trabajo: «Son suicidios de personas exitosas, normales, implicadas intensamente
en su trabajo. Su gesto desesperado no puede imputarse a la vulnerabilidad
psicológica individual. Es la organización del trabajo la que debe estar bajo
acusación. El manager asigna
individualmente unos objetivos imposibles. Así es que tienes que aguantarte
porque han que conseguir los resultados. Esto es lo que llaman «autonomía del
trabajo» (25).
Richard
Sennet ya puso en evidencia que las características del trabajo actual –la
flexibilidad, la movilidad y el riesgo--
pueden debilitar la identidad laboral, hacer que se pierda el sentido del trabjo y minar el de la
comunidad y la solidaridad entre los trabajadores, no solo los manuales y de
ejecución, además de cambiar substancialmente el hombre (26). Es un cambio que
afecta a todos los trabajadores, incluídos los altamente cualificados. Hoy,
el peligro es mayor que antes porque es
más estrecho el ligamen (y yo diría la dependencia) del poder de quien manda y
dirige y la ciencia y la técnica, y entre estas últimas y el trabajo. No sé si
Supiot tiene razón cuando escribe en la introducción de La cité du travail que la prevalencia de la técnica junto al mando
unilateral y heterónomo del taylorismo podría conducir a una nueva tipología:
el hombre «programable» donde lo que cuenta ya no es la cabeza del trabajador
sino el computer (27). Es un hecho que crece pavorosamente el desnivel entre el
predominio de la técnica y la capacidad humana de guiarla y controlarla.
En
mi opinión, Trentin ha señalado bien el problema. Desde las primeras páginas de
La ciudad del trabajo define nuestro
mundo como «la sociedad del management». Hay ciertamente managers ilustrados;
algunos de ellos tenían una relación de estima y tal vez de afecto con Trentin,
que buscan con convicción y éxito extender la participación democrática y
mejorar la calidad del trabajo, pero el sistema general no va en esa dirección.
La sociedad del management se orienta al beneficio inmediato y a prvilegiar las
inversiones en bienes y en la organización del trabajo a corto, no a medio y
largo plazo. Esta es la naturaleza del capitalismo financiero dominante hoy que, por otra parte, tiene
dimensiones mundiales en el plano del mercado y del intercambio tanto de los
productos como de la producción y del
trabajo. De hecho, en los países emergentes, el taylorismo (como decía antes)
todavía se sigue caracterizando por el trabajo en cadena de Charlot. En estas
décadas, los managers han visto un aumento de diez –y tal vez de veinte veces—
en sus emolumentos con respecto a lo que ganaban en los años setenta. En el
periodo actual, de recesión económica en nuestro país, los cien super managers
han ganado más de 400 millones de euros, cincuenta más que en el 2012 y cien
más que en 2011. Esta ganancia es, en gran medida, el producto de las primas
sobre las acciones gratuitas que han recibido y por las stock options (28). La
diferencia entre estas retribuciones y la de un trabajador normal es ahora
abismal, inconmensurable. La desigualdad, a nivel mundial y en cada país, representa ya la existencia de una oligarquía
financiera con un excepcional poder económico y político, también sobre la
técnica condicionando el curso no solamente de las empresas sino de los
acontecimientos generales.
Notas
11) La
società degli alti salari,
in Quarto Stato, n. 6, junio 1950.
12)
Relazione sulla FIAT, dactiloscrito, 1955.
13 La ciudad del trabajo. Capítulo 4. CAPÍTULO 4 (1)
LA DISTRIBUCIÓN DE LAS RENTAS COMO VÍA AL SOCIALISMO y CAPÍTULO 4 (2)
LA DISTRIBUCIÓN DE LAS RENTAS COMO VÍA AL SOCIALISMO
14)
Bruno Trentin. La libertad es lo primero. Vid. La libertad como apuesta del
conflicto social: http://baticola.blogspot.com.es/2006/06/la-libertad-la-apuesta-del-conflicto.html
15)
Los apuntes de la
Constitución francesa e italiana se encuentran en Silvio
Trentin: Gli abbozzi della Costituzione francese e di quella italiana in Silvio
Trentin, Scritti
inediti. Testimonianze e studi,
Guanda, Parma 1972
16) Trentin
reconoce que esta visión consejista, ligada al sindicato, es más cercana a las
posiciones de Angelo Tasca que a la de Gramsci de 1919, aunque tenía una
opinión muy negativa de Tasca a causa de su doble juego en los años de la
guerra cuando fue funcionario del gobierno de Vichy.
17) Relazione
Bruno Trentin en Democrazia
industriale: idee e materiali,
IRES-CGIl, abril – junio de 1980.
18) Bruno
Trentin, Da sfruttati a
produttori. Lotte operaie e sviluppo capitalistico dal miracolo economico alla
crisi, De Donato,
Bari 1977, p. LXXXIII del la introducción.
19)
La conferencia de Turín, promovida por el Istituto Gramsci piemontese, se
celebró en 21 de noviembre de 1997. Se publicó en en Quale Stato,
n. 3/4, 1997.
20)
La ciudad del trabajo
21) Este
seminario fue publicado en dos volúmenes a cargo de Editori Riuniti, 1973
22) La ciudad del trabajo
23) El ensayo
de G. Cerruti y M. Pedaci está publicado en
Quaderni di
Rassegna sindacale,
n, 2, giugno, 2012.
23) Aris Accornero, Lavoro e classe: la grande inchiesta della FIOM
del 2007, en Lavoro e diritto, n. 3, 2009.
24) Aris
Accornero, Lavoro e
classe: la grande inchiesta della FIOM del 2007, en Lavoro
e diritto, n. 3, 2009.
25) Pino
Ferraris, Inchiesta, febbraio 2010. Véase http://theparapanda.blogspot.com.es/2010/07/los-suicidios-en-el-centro-de-trabajo_12.html
(Nota del traductor)
26) Richard
Sennet, L’uomo
flessibile, Feltrinelli,
Milano 2000.
27) Alain
Supiot, introduzione a La
cité du travail,
cit., p. 24. Versión on line en http://encampoabierto.wordpress.com/2012/12/30/bruno-trentin-la-ciudad-del-trabajo-izquierda-y-crisis-del-fordismo-1/
(N. del t)
28) Gianni
Dragoni, Crescono i
compensi dei super-manager di Piazza Affari,
en Il Sole 24 Ore, 21 luglio 2013.
Traducción José Luis López Bulla